EL ERROR DE MARÍA
Esta es la historia de María. Ella laboraba en un
canal de televisión privado que fue incautado.
Tenía una carrera en ascenso y su trabajo era valorado por los dueños.
La faltaban cinco años para jubilarse. Fue testigo de
los cambios. Pasó de ver cómo se
cuidaban los recursos económicos para usarlos lo más eficientemente posible, a
la época del despilfarro implantada por la nueva administración pública del canal.
Presenció la contratación de personal innecesario así
como compras inútiles de todo tipo. No
se requerían pero eran ordenadas por autoridades públicas externas, con
objetivos políticos y de saqueo personal.
La buena administración del canal había pasado a tercer plano.
Así, el medio pagaba sueldos, vehículos y
guardaespaldas de personas que no trabajaban allí.
En el intervalo, le cambiaron a su jefe. El nuevo era el típico pipón corrupto que
estamos tratando de eliminar de la cultura latinoamericana y que nos representa
en el imaginario de quienes viven en países desarrollados.
El nuevo jefazo de María le hizo la vida
imposible. Ella se aferró a su puesto
para poder obtener la pensión.
Este relato resalta varias incoherencias. La primera, la situación laboral en
Ecuador. Si María hubiera podido ahorrar
en una administradora de fondos de pensiones privada, no habría tenido que
asirse a un puesto en el que ya no disfrutaba invertir su tiempo. De hecho, sus relaciones familiares
desmejoraron porque la presión que ejercieron sobre ella la hizo llorar casi
todas las noches y su hija y esposo recibían lo peor de ella.
Hoy, María, supo que quedarse fue un error. Que su infelicidad durante el último
quinquenio no valió la pena. Perdió más
de lo que ganó. La vida es más que un
trabajo para obtener una pensión. Hay
que disfrutarla mientras se puede. Para lograr eso, hay que cambiar el
monopolio que ejerce el IESS y el esquema de la jubilación patronal. María se hubiera podido cambiar de empleo y
su pensión no habría estado en juego.
Seguramente el jefazo de María también tenía la
consigna del pipón superior de acosarla para que renuncie y evitar el despido
intempestivo.
El Código de Trabajo vigente nos castiga a todos. Evita que el trabajador aproveche nuevas
opciones laborales o emprendimientos porque prefiere que lo despidan y así
poder recibir la indemnización por ese concepto. Lo cual, lo hace menos productivo porque
termina trabajando desmotivado.
También castiga al empleador porque es muy caro
despedir a un trabajador improductivo o que incluso haya cometido un delito
contra la empresa. En la legislación
vigente, aún si el trabajador renuncia, hay que pagarle el desahucio, lo cual
implica más egresos.
El canal, que en manos privadas era rentable,
actualmente está quebrado, María no consiguió su pensión y todavía no se
inician los juicios penales contra ciertos corruptos que administraron recursos
públicos. Lo cual, también habla mal de
la función judicial. Otra moraleja es que el Estado no debe administrar
empresas públicas.
Quedan dibujadas las oportunidades que tenemos para
mejorar. Son solucionables, excepto los cinco años que
María perdió en el canal.
Comentarios
Publicar un comentario