SURREALISMO MÁGICO
Hemos escuchado las denuncias sobre el diezmo que
ciertos asambleístas cobran a sus colaboradores. Se presume que esos pagos serían realizados
directamente a los legisladores o indirectamente, para pagar sus gastos.
Esto representa la visión que algunos congresistas
tienen sobre la lucha de la corrupción: está bien, siempre y cuando no tenga
que ver con ellos. Es preocupante,
porque esa mentalidad proviene del poder legislativo, obligado a crear leyes
que regulen el comportamiento a la sociedad y la fiscalización de otras
funciones del Estado.
La palabra diezmo ratifica una forma anticuada de
percibir el mundo. Suena a explotación
de una clase social a otra. A la Edad
Media. Una época en la que los vasallos
estaban obligados a pagarle a la monarquía, señores feudales, religiosos o a
las pequeñas repúblicas a cambio de
alguna contraprestación real o ficticia.
Así ven el mundo.
Como si viviéramos hace siete siglos.
Su esquema mental se basa en aprovechar una posición y no en preparar al
país para vivir en una época en la que, gracias a la tecnología, reina la
transparencia y la velocidad del comercio.
Lo mismo ocurre con otro poder del Estado: la función
judicial. El Alcalde de Guayaquil
mencionaba, con razón, que la policía cumple con su trabajo, pero los
delincuentes son liberados, en muchos casos, por los jueces sin que exista
motivo.
Estamos en un ecosistema que no ofrece seguridad
jurídica. Un ambiente surreal de la
historia latinoamericana como el que García Márquez describía en sus novelas
desde el siglo pasado. Con tanta
corrupción es difícil que venga la inversión y los negocios puedan crecer en la
medida que se requiere para ofrecer mayor empleo adecuado.
Ecuador ocupa el puesto 97 entre 137 países según el
Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial. Una de las peores calificaciones la tiene en
independencia de la justicia y calidad de sus instituciones. Es menester estudiar nuestras debilidades del
índice para mejorar nuestra competitividad y calidad de vida.
Las funciones de transparencia y la electoral también
han mostrado ser parte de las deficiencias aquí mencionadas. Son causantes de nuestra realidad mágica y
las llamadas a corregirla. Especialmente
la primera. Tenemos que alentarla para
que continúe cumpliendo sus deberes a cabalidad.
Los ecuatorianos queremos empleos para mantener a
nuestras familias. No limosnas. Impulsemos el cambio desde la sociedad civil
para que, con moral y ética, podamos lograr la prosperidad.
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