SERVICIO AL CLIENTE
Los Estados fueron creados para servir a los
contribuyentes. Pagamos los impuestos
para que funcionen. Es responsabilidad
de los servidores públicos administrar diligentemente nuestros recursos.
En ese orden de ideas, los tributos de una nación
deberían ser pocos y lo más bajos posibles.
Lo contrario significa ineficiencia.
Lo mismo con la tramitología. Martirizar a los ciudadanos con documentos
innecesarios, no tiene sentido. De
hecho, todo trámite debería entenderse aprobado si el funcionario público no se
pronuncia después de veintiún días.
Se ha incrementado el precio del combustible para
financiar la deuda pública heredada del gobierno anterior, pero no existe una
contraprestación. Me explico: queda
claro por qué el gobierno requiere eliminar los subsidios a los combustibles,
pero no el beneficio que recibimos como ciudadanos.
Tal vez deberíamos comenzar por la eliminación del
exceso de impuestos y elevados aranceles que gravan los vehículos. De esa manera, un ecuatoriano podría comprar
con menos dinero el carro de su preferencia.
Inmediatamente mejoraría la calidad de su vida. Para eso están los servidores públicos, no
para castigarnos elevando los precios de los productos vía impuestos, porque
han administrado negligentemente la cosa pública.
El siguiente paso tendría que ser permitir la libre
importación de combustibles. Que cualquier empresa pueda importarlos y que
Petroecuador pase a ser un jugador más.
No un controlador. Eso generaría
libre competencia. Oferta de precios y
combustibles de todas las calidades.
Desde la más baja hasta mejores que las que actualmente ofrecen las
gasolineras. Que cada uno pueda comprar
el combustible por el precio y calidad que nos convenga más y el servicio que
nos ofrezca cada estación de servicio. Esa sería una contraprestación tangible
que además, incrementaría el comercio y el empleo adecuado.
El monopolio de la empresa petrolera ha demostrado que
no puede producir combustible de calidad.
Por eso importa derivados de petróleo.
Petroecuador debería cerrar las refinerías. Han probado que nos cuestan más de lo que nos
sirven. Nos sale mejor clausurarlas que
continuar despilfarrando dinero en esa hemorragia de recursos públicos y
corrupción.
Los trabajadores de las empresas privadas nos
concentramos en el cliente. Es nuestra
principal preocupación. El Estado, como
organización política, debería funcionar
igual: sirviendo a los contribuyentes.
Permitirles tener más dinero en sus bolsillos para que los usen
libremente y así, que cada familia prospere.
Es hora de exigir gobiernos eficientes y eficaces en favor de los que
pagamos los sueldos del sector público.
Comentarios
Publicar un comentario