LAS CONCESIONES
Existe una forma de filetear
el pescado: la correcta. Lo mismo para
administrar el Estado: hay que gastar menos de lo que ingresa. Para lograr ese objetivo, el gobierno puede
apoyarse en el sector privado. El
Municipio de Guayaquil lo viene haciendo
exitosamente. Por ejemplo: el aeropuerto
de Guayaquil es eficiente y rentable sin que el cabildo invierta sus
recursos. A tal punto, que las autoridades
aeronáuticas le han complicado la vida a las aerolíneas internacionales para
que decidan no operar desde Guayaquil y se privilegie al aeropuerto de la
capital. Cuando lo acertado sería
competir en buena lid mejorando los servicios y costos en favor de los
usuarios.
Las restricciones que las
autoridades imponen al libre comercio se resumen en una palabra: recesión. Si más servidores públicos tuvieran una
visión global y patriótica, sabrían que es bueno para el país que también se
incremente el flujo de turistas vía Guayaquil.
Lo importante es que el Ecuador capte vacacionistas que traigan
dólares. Es magnífico que lleguen a
través de varios aeropuertos internacionales, pero porque ofrecen servicios de
primer orden y el destino atrae a los turistas, no por imposición de una
autoridad que sueña en crear un monopolio o de algún iluminado que decide
construir un aeropuerto donde no debía hacerlo.
La frase “si lo construyes, vendrán” solamente funcionó en la película
“El campo de los sueños”. Se requiere
gestión.
Decía que el sector privado
puede ayudar para que existan menos egresos fiscales. Si la promesa es edificar trescientas
cincuenta mil viviendas, su construcción podría ser concesionada y financiada
por contratistas privados. Generando
cien mil nuevos empleos adecuados, empleos indirectos y promoviendo el
movimiento comercial de la cadena productiva que el sector de la construcción
involucra. Obviamente, habría que
derogar el impuesto a la plusvalía que es lo que está aniquilando a la
construcción.
Pero estas concesiones no
deben ser al dedo, como promueve la Ley de Alianzas Público Privadas. Ese tipo de legislación abre la puerta a la
corrupción de los funcionarios públicos a los que se les otorga esa potestad y
resta oportunidades a la mayoría de los empresarios. Ahuyenta la inversión por los costos que la
corrupción implica. La Ley de Modernización,
en cambio, ofrece un mecanismo más eficaz para delegar a empresas mixtas o
privadas la prestación de los servicios públicos de agua potable, riego, saneamiento,
fuerza eléctrica, telecomunicaciones, vialidad, facilidades portuarias,
aeroportuarias y ferroviarias, servicio postal u otras de naturaleza
similar.
En resumen, hay que gastar
menos de lo que ingresa a las arcas públicas para que los gobernantes no tengan
que ofrecer constantemente excusas por su incumplimiento en lograr la prosperidad
de los mandantes.
Un nuevo presidente significa
un nuevo comienzo. Una oportunidad. Ojalá la estrategia se enfoque en una visión
nacional, no como la de la institución controladora del transporte aéreo.
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