SIMPLICIDAD

El socialismo del siglo XXI dificulta el emprendimiento. He estudiado la Ley de Incentivos para Asociaciones Público Privadas desde que se presentó como proyecto y la encuentro complicada.  Cada vez que escucho una exposición sobre ella, recuerdo el quinto caso de factorización.  El más difícil: el caso especial.  En el último foro al que asistí, un servidor público informaba a los asistentes que para mejorar la Ley, faltaba normar la forma en que iba a implementarse en cada sector económico.  Más obstáculos.

Todo esto genera oligopolios y monopolios, obrando en forma opuesta al discurso político del socialismo del siglo XXI.  No crea oportunidades para la mayoría.  Solamente las empresas grandes tienen los recursos para reunirse con los Ministros que solucionan inconvenientes.  Incluso, pueden lograr que promulguen resoluciones en ese sentido. La mayoría de nosotros no tiene esa posibilidad.  Entonces comprendemos por qué todo está diseñado para que los que ejercen actividades económicas privadas tengan que sentarse a conversar con un funcionario público, cuando lo que un país requiere son reglas simples para que el comercio fluya.

Un tendero no tiene los medios para conversar con estos servidores públicos.  Si él tiene una reunión con un burócrata, no puede atender a los clientes que permiten que su negocio sobreviva.  Por eso es que el socialismo del siglo XXI ha fracasado en todos los países que se implementó.  Subsisten a costa de nosotros, obligando a los negocios que no tienen recursos a existir en la informalidad, con el costo que eso implica.

Hace poco el país conoció cómo, en el año 2014, un ex vicepresidente solicitó al canciller una donación de un millón seiscientos mil dólares anuales para ocupar un puesto en Ginebra que no es remunerado por la ONU, ni implica ser empleado estatal.  Una muestra de que la solidaridad que predican aplica para los demás, no para los socialistas.  Ellos sí tienen derecho a los lujos, pero con nuestros impuestos.

Únicamente se preocupan por su interés personal.  Los cupos, las normas técnicas y las salvaguardias son excusas para recaudar más y mantener su estilo de vida.  Se olvidaron que su deber es servir a la sociedad civil, no gastar nuestro dinero improductivamente. 

Para justificar este despilfarro, venden ideas contracorriente.  Por ejemplo: que las importaciones son nocivas, cuando son parte connatural del comercio.  El gobierno debería convertirse en un facilitador para poder vender más y no en un limitante a nuestras libertades.  El comercio significa paz social.


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