NO MÁS AZÚCAR

Mientras un amigo declara su propósito de no ingerir azúcar a partir del 2016, estoy comiendo una torta de chocolate.  Son las dos de la mañana de año nuevo y ya nos hemos felicitado entre nosotros y con los vecinos.  La madrugada se apodera del grupo y tres días más tarde, mi amigo devora un queque.  Esa es la belleza de la condición humana. 

Estas fechas nos obligan a reflexionar sobre nuestro papel en el mundo.  ¿Estamos haciendo lo correcto? ¿Hemos cumplido nuestras metas? Son preguntas difíciles, que se mezclan con la celebración.   Y más aún en un feriado largo con tiempo para pensar.

Podemos agradecer por estar vivos.  Por la oportunidad de apreciar diariamente un amanecer y atardecer.  El trinar de los pájaros.  El océano.  Nuestra familia, los amigos que nos quieren, la buena salud, el trabajo y las cosas materiales que hemos logrado. 

Recojo el sentir de mis conversaciones de fin de año: pocos quieren saber del gobierno.  Están hartos de tanta jugarreta.  Anhelan no tener que leer el periódico para tomar una decisión de negocios.  Las personas quieren trabajar.  Dedicarse a sus labores, sin dilucidar lo que sucede entrelineas para proyectarse al futuro.  Los empresarios aspiran generar trabajo y los desempleados a tomarlo, creando un círculo virtuoso de prosperidad.   Que el Estado se convierta en un árbitro imperceptible.

La política afecta la economía.  Tomemos como ejemplo lo que sucedió en la Argentina.  Al día siguiente de que Macri fuese declarado presidente electo, subió la bolsa de comercio de Buenos Aires.  También se apreciaron las acciones argentinas en Wall Street (ADRs).  Los bonos argentinos en default operaron también con ganancias.  Macri ni siquiera ejercía el poder.  Son señales que suscitan reacciones favorables en el mercado.  Lo mismo sucedería acá, si por ejemplo, el gobierno declara que se va a fortalecer la dolarización, elimina el impuesto a la salida de divisas, deroga el anticipo al impuesto a la renta, se flexibilizan las relaciones laborales y se levantan las barreras al libre comercio.  O si por la época estoy siendo demasiado optimista, adopta alguna de estas propuestas.

Es vital recapacitar.  Olvidarnos de la economía política para implementar una política económica orientada a la productividad.  El éxito o fracaso económico de una nación depende de las medidas que adopte su gobierno.

Trabajemos en paz por el futuro de nuestros hijos y desterremos el discurso de la envidia.  Unámonos en un esfuerzo para crear prosperidad.  Dios nos ha dado un hermoso país para que lo disfrutemos con un dulce en la mano.  Si no me cree, pregúntele a mi amigo.

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