JUECES INCORRUPTIBLES
Según el artículo 220 de la
Ley de Seguridad Social, los fondos complementarios previsionales que hayan
recibido aportes estatales, pasarán a ser administrados por el IESS a través de
su banco, mediante cuentas individuales.
Sin embargo, los fondos complementarios que cuenten con la petición
escrita de por lo menos la mitad más uno del total de los partícipes, podrán
solicitar al órgano de control, mantener su propia administración privada si:
a) demuestran que los aportes fueron realizados voluntariamente; b) garantizan
que los recursos asignados pueden ser restituidos a los partícipes en cualquier
momento’; y, c) reintegran el valor de los recursos estatales recibidos por el
fondo con los respectivos intereses.
La Ley es clara y muestra el
abuso de poder que representó la intervención del BIESS para asumir la
administración de los fondos privados de cesantía del magisterio. Deja entrever que el IESS y el BIESS no
operan con la autonomía a la que los obliga la Ley y sus estatutos, sino que
durante un día, se convirtieron en el brazo armado del gobierno para obtener
recursos.
Posteriormente, una de las
primeras gestiones de los nuevos administradores, fue el despido ineficaz de una
mujer embarazada y de un sindicalista; haciéndonos suponer que las recientes
reformas laborales son inaplicables al sector privado cuando al Estado le
conviene. El poder constituido presenta
así un modelo de irrespeto a las leyes que promulga, pero cuyo cumplimiento sí
se exige a la empresa privada, aunque dificulte la relación laboral productiva. Pareciera que en estos casos, la posición del
sector público es que no se debe proteger al trabajador.
El allanamiento implica
atropello flagrante el derecho a la propiedad privada y al debido proceso. Se infringieron normas superiores como la
Constitución, sentando un precedente peligrosísimo. Lo acontecido nos recuerda la frase del
pastor Martin Niemoller cuando mencionaba, durante la época del fascismo
alemán, que “primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque
no era comunista. Después vinieron por
los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo
otro. Después vinieron por los judíos, y
yo no hablé porque no era judío. Después
vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por
mí”.
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