EL CUENTO DEL MUNDO AL REVÉS
El chico se acerca al
funcionario público pensando que está para servirlo. Le
responde un energúmeno chévere: “pero no me hagas discurso político”. Solamente porque el estudiante ingenuamente
pensó que lo podía ayudar. Creyó en la perorata
sobre la reivindicación. El de un
gobierno incapaz de humillarlo. El Estado
de los corazones calientes. Solicitar
una lista no debería ser una complicación.
Peor si es con el fin de mejorar el nivel de vida de su familia. Para obtener una casa donada por el municipio,
gracias a sus excelentes calificaciones.
Así su abuelo y su madre podrían dejar de pagar arriendo. Pero no.
Aquí no se puede reclamar. Se
intenta avergonzar a este joven que trabaja como taxista para salir adelante
mientras estudia. Que fue una emboscada,
alega el funcionario. ¿A quién se le
ocurre reclamar cuando todo está diseñado para desechar las inconformidades?
A los que quisieron imponer
sus ideas a punta de asesinatos y secuestros, pero que fueron reprimidos por la
Ley. Cuando la ciudadanía agradecida
quiere colocar un monumento en el malecón.
Se sienten humillados porque no pudieron imponerse con las armas en el
pasado y hoy, desde su tribuna de perdedores, elevan su voz para violentar la
memoria de quien contuvo su salvajada, para después comenzar la transformación
del puerto principal. No soportan el
reconocimiento a quien elevó una urbe desde la categoría de basurero a una de
las mejores ciudades de Latinoamérica usando el modelo del trabajo. Ese que no conocen, porque viven de la
limosna oficial. Estamos en un lugar en
el que los ciudadanos de bien no pueden exigirles a quienes los deben
servir. Sin embargo, se acogen los
exabruptos de los delincuentes.
Comentarios
Publicar un comentario