EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN
Cuando las personas se
enteran que soy vegetariano inmediatamente vienen las preguntas: “¿Por qué? ¿Por
salud o por ecologista?”. “Por ambos
motivos” respondo. Algunos intentan
iniciar una discusión y otros aceptan mi decisión con tolerancia. No predico.
Es mi estilo de vida y respeto el de los demás. Me parece fantástico cuando alguien encuentra
la felicidad como testigo de Jehová, por ejemplo. Lo que me incomodaría sería que el testigo trate de
obligarme a convertirme, si soy feliz como católico. Lo importante es que cada persona logre la
plenitud con las creencias y hábitos que considere apropiados.
Fui a un congreso. El conferencista le preguntó a una mujer de
unos veintiocho años qué tipo de música le gustaba. Respondió que la música romántica. Después un hombre de cuarenta años comentó
que era fanático del rock y así con otros asistentes. Moraleja: en el siglo veintiuno un sabio no
puede encasillar colectivamente los gustos de las personas. Todos somos diferentes. Puede ser que a muchos nos guste la natación,
pero será un grupo integrado por individuos de diferentes edades y géneros. Un gobierno no podría obligar a todos a
practicar ese deporte alegando que es el más completo.
Como vegetariano, soy consciente
de que la comida chatarra es mala para la salud. Pero no es correcto incrementar los impuestos
de ese tipo de comida con el pretexto de la salud pública. Para todo existe una justificación. Mañana se cobrarán más impuestos a la comida
gourmet y después a la comida orgánica. El
gobierno debe reducir su gasto y encontrar la forma correcta para que los
ecuatorianos nos alimentemos mejor. Se
pueden implementar campañas de educación e incentivos, pero jamás coartar la
libertad.
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