EL MODELO VENEZOLANO
Venezuela es el quinto país
exportador de petróleo del mundo. Posee
las mayores reservas probadas de crudo pesado, con 297.570 millones de
barriles. La principal actividad
económica es la explotación y refinación de petróleo. Es la quinta economía más
grande de Latinoamérica, después de Brasil, México, Argentina y Colombia. El petróleo de Venezuela es procesado por la
industria estatal PDVSA, que cada año decrece su producción gracias a la pésima
administración que sufre desde la época en la que el socialismo del siglo veintiuno
se hizo cargo. Sus técnicos han emigrado
a Colombia, logrando incrementar sustancialmente la producción petrolera de ese
país.
A pesar de esa ingente
fuente de recursos, la revolución bolivariana ha colapsado. Maduro no posee la casta política que Chávez
tenía, no obstante la ignorancia que ambos han sido capaces de demostrar. Logrando crear un Estado en el que se
encarcelan estudiantes inconformes. La
virtud es aplastada entre el odio y el peculado, mientras reina la inseguridad. En una situación así, al pueblo no le queda
más que rebelarse. Existen incontables
pruebas de la represión brutal que las fuerzas gubernamentales ejercen contra
su propio pueblo. Delitos de lesa
humanidad. Las cifras son aterradoras:
cuarenta muertos de la oposición y dos de la policía. A esto hay que sumarle dos mil novecientas
cuarenta y dos detenciones, desde que en varias ciudades venezolanas, se
iniciaron las protestas el 4 de febrero hasta el momento de escribir este
artículo.
Chávez capeaba estas
situaciones regalando cosas, pero “el socialismo fracasa cuando se acaba el
dinero de los demás” (Margaret Thatcher).
Desde el inició de la revolución bolivariana en 1999, el gobierno ha
hecho todo lo necesario para desmotivar la producción y fomentar la
desaparición de las empresas. Se
implementaron gran cantidad de regulaciones, que al final, no son mas que
restricciones a la libertad. El problema de Maduro es que el daño ocasionado a
la producción no podrá ser revertido hasta que transcurran varias décadas. Aunque hoy quisiera cambiar de rumbo. Es más fácil destruir, que construir.
No podemos soslayar la
crisis venezolana. Ni permitir que ningún
funcionario ecuatoriano defienda esta barbarie protagonizada por el colombiano
que ostenta el poder en Venezuela. Cualquier
declaración a su favor significa apuñalear los derechos humanos. Es nuestro deber moral apoyar a aquellos que
sufren en ese país y evitar que la memoria colectiva olvide lo que Chávez y
Maduro han ocasionado.
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