CRECIENDO DESDE ABAJO HACIA ARRIBA

A principios de los años noventa, a los pocos meses de haberme graduado como abogado, trabajé en el caso de una industria importante que tenía un sindicato complicado.  Una época en el que las asociaciones de trabajadores eran poderosas.  Esta, en particular, tenía en jaque a la administración de la empresa de mi cliente.  Acordamos tener un almuerzo, en un club centenario de la ciudad de Guayaquil, con algunos de los dirigentes del sindicato.  No habíamos terminado de tomar dos wiskis y ya hablaban mal de sus compañeros gremiales ausentes en la reunión.  Esa experiencia me marcó.  A los sindicalistas les gustó el club.  Porque lo que la gente quiere es tener acceso a lo mejor.  Y en la actualidad, queremos poseer todo inmediatamente.  Nadie está dispuesto a vivir una época de sacrificio.  El consumismo no nos permite esperar a cosechar los frutos de nuestro esfuerzo.    Capitalismo puro o vicio del capitalismo, como lo quieras ver.


Fabricio Correa tiene razón al afirmar que “todos tenemos un peluconcito adentro”.  Los problemas surgen cuando se descubre que existe la riqueza.  La cuestión está en cómo se la reparte.  Se habla de inclusión social para desviar la atención, pero los conflictos sociales siempre nacen por una distribución deficiente de la prosperidad.  Es un tema enteramente económico.  Por eso es vital formalizar a todos los segmentos de la sociedad.  Los emprendedores se ven obligados a trabajar desde la informalidad, porque se les dificulta constituir una empresa.  Truncando la posibilidad de innovar, circular capitales, pagar impuestos, contratar empleados formalmente y obtener créditos legales.  Esas personas podrían crecer más si en el país se pudiera constituir compañías en un día.  Existiría mayor empleo formal si las normas laborales fueran más flexibles para la contratación.  No podemos seguir pensando que por trabajar el sábado o domingo, se debe pagar más, cuando casi todos los negocios del mundo laboran los trescientos sesenta y cinco días del año.   Debemos respetar el derecho al trabajo.  Rodrigo Borja lo explicó mal en el debate del año 1984 contra León Febres Cordero, pero  Rafael Correa lo ha expresado mejor: ¿qué pasaría si las clases bajas obtienen mayor poder adquisitivo implementando este tipo de políticas? ¿No se beneficiarían las empresas establecidas? Rompamos paradigmas y olvidémonos de todas las ideologías terminadas en ismo.  La flexibilización de posiciones y el dialogo entre todos los sectores de la sociedad nos permitirán progresar más que si nos mantenemos ideológicamente intolerantes.

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