PLATA O PLOMO
Todas las semanas vemos cómo
se capturan submarinos, laboratorios, avionetas, mulas, narcovalijas y dinero
del narcotráfico. Simultáneamente
batimos records. En lo que va del año
han incautado en países de América, Europa y Asia 1949.9 kilos de droga provenientes de Ecuador. La mayor incautación de droga en la historia
de Hong Kong provino de Ecuador. 1430
libras de cocaína. Un cargamento
valorado en 98 millones de dólares. El
despacho de un volumen así implica corrupción en todos los niveles, porque el
cargamento arribó en un contenedor transportado por una naviera. Una forma inusual de tráfico de droga. La DEA conocía del embarque y alertó a las
autoridades de Hong Kong sobre la llegada de la droga. Las autoridades ecuatorianas no se habían
enterado.
Es preocupante el estado de
negación en el que se encuentra el gobierno ecuatoriano y la sociedad. Colombia nos pidió que fortaleciéramos las
fronteras varios años atrás. Un consejo fraterno. Nos anunciaron que estaban asumiendo el
control en el problema del narcotráfico que azotaba su país y que ese cáncer
iba a migrar a Ecuador si no hacíamos algo al respecto. La reacción de la revolución ciudadana fue
abrir las fronteras y expulsar a la base americana que ayudaba a controlar el
problema. Resultado: inmigración de
delincuentes de todo el mundo que encontraron en Ecuador la mejor oportunidad.
Con tristeza contemplamos la
violencia que azota México, Honduras, Guatemala y Belice como consecuencia del
tráfico de drogas. Hacemos lo posible por
llegar a una situación parecida. Una
triste realidad para naciones similares a la nuestra en muchos aspectos. Con una geografía y una población que ofrece
inmenso potencial de desarrollo. No se
merecen ese estado de descomposición, ni nosotros tampoco. El gobierno del Ecuador debe cumplir con su
obligación de ofrecernos seguridad a través de sus múltiples ministerios y combatir
los crímenes que generan estas actividades ilícitas, incluyendo la posibilidad
de legalizar el uso de drogas. No es
posible que la ciudadanía perciba al Estado como un encubridor, que evita
castigar a los culpables. Las futuras
generaciones se lo merecen.
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