EL TAXISTA
Un taxista me preguntó qué opinaba sobre la situación
económica del país, porque le preocupaba el desempleo.
Respondí que me parecía que este gobierno había
aportado algo fundamental: la paz para trabajar. Y en el camino, ha transparentado las cifras
del sector público, que antes de su llegada, estuvieron ocultas. También recalque su éxito en la parte
política, lo cual le ha permitido gobernar.
La debilidad se encuentra en lo económico. Si bien es cierto, ha tenido aciertos como
acercarse al FMI y a los multilaterales para financiar el ajuste fiscal, quedan
tareas pendientes que son indispensables.
Es necesario reducir el tamaño del Estado para poder
disminuir la presión tributaria (aranceles, impuestos y aportes al IESS); crear
nuevas modalidades de contrato de trabajo para impulsar el empleo adecuado;
concretar acuerdos de libre comercio; derogar el impuesto de salida de las
divisas y el anticipo de impuesto a la renta; controlar las compras públicas
para que se hagan a precios de mercado; eliminar a las empresas públicas y
reducir la tramitología para facilitar el emprendimiento.
Hoy, la competencia es global. Incluso la local ha
muerto. Los clientes tenemos información de cualquier lugar del
mundo, lo cual nos hace más capaces y exigentes. El entorno cambia
rápidamente, obligándonos a cambiar constantemente. El poder lo tiene el
cliente, no el vendedor.
En ese entorno, acuerdos como el de la Alianza del Pacífico y con Estados
Unidos, deben concretarse. La inversión
extranjera proveniente de los países miembros de la Alianza del Pacifico
representa el 44 % del total que recibimos y Estados Unidos es nuestro
principal socio comercial.
“Es hora de adecuarnos a los tiempos y ser optimistas” concluyó el taxista
por su cuenta.
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