SIMPLICIDAD
He
escuchado a representantes de institucionales internacionales importantes comentar que la informalidad ha subido en
Latinoamérica. Parecen sugerir que es
culpa del sector privado.
Su
posición de burócratas los aleja de la realidad. El incremento es ocasionado por lo difícil
que es ser un empresario formal en la región.
Y cuando digo ser, me refiero a convertirse en formal y mantenerse
formal.
La
dificultad radica en lo oneroso y complicado que significa. El tener el tiempo y dinero para cumplir con un
exceso de trámites públicos comparados con lo que exigen países desarrollados.
Ese es uno de los factores en los que siempre salimos mal parados en los
estudios internacionales de negocios.
Nadie
quiere ser informal, pero empujan al emprendedor a eso, con todas las
desventajas que conlleva.
En
Ecuador existen instituciones como el INEN, que por proteccionismo, inventa
normativas difíciles o imposibles de cumplir, para supuestamente precautelar la
calidad de los productos importados. Lo
correcto sería homologar las certificaciones emitidas por instituciones
internacionales reconocidas a nivel mundial.
Esa misma normativa de calidad no se exige con tanto ahínco a empresas
que fabrican productos en el Ecuador.
Lo
mismo ocurre con el mercado laboral. La legislación
de trabajo es tan inflexible que no permite que se unan la oferta y la demanda
laboral, impulsando la informalidad.
Las
autoridades de elección popular cometen el error de no crear nuevas modalidades
de contrato de trabajo porque evitan enfrentarse a sindicatos, hoy débiles, que
representan a los trabajadores que tienen empleo adecuado; dejando de lado a
los millones de desempleados sin voz que sí estarían interesados en integrar la
fuerza laboral formal mediante contratos por hora o a plazo fijo, por
ejemplo. Si se logra incrementar el empleo adecuado, las
autoridades tendrían motivos de sobra para ser reconocidas por su gestión
histórica.
Otra
causa es la inacción de los servidores públicos que integran función judicial y
la función de transparencia en sancionar la corrupción de aquellos que se
enriquecen ilícitamente aprovechando las dificultades que genera un sistema con
exceso de tramitología.
La
presión tributaria es otro factor que alimenta la informalidad. Existen demasiados impuestos y obligaciones
que pagar. El FMI dice que es muy baja,
pero no contabiliza lo que hay que pagar aranceles, utilidades, ni la variedad
de diferentes tributos municipales a lo largo y ancho del país, ni lo que tenemos
que aportar al IESS sin que podamos obtener los servicios y beneficios de
calidad que los aportantes requerimos.
Si
los aranceles a las importaciones son superiores al promedio de la región, eso
encarece el precio final del producto, evitando que el consumidor lo
compre. En definitiva, una política
económica de ese tipo fomenta el contrabando, la informalidad y la evasión de
impuestos, pero no la productividad, bienestar del ciudadano o la recaudación
tributaria.
El
gobierno le debe a la ciudadanía algo que es posible y que beneficiará a todos:
la simplificación de los trámites, la reducción y derogación de ciertos
impuestos, cambio del modelo de seguridad social, la disminución de aranceles y
la flexibilidad laboral.
En
esos elementos radica la informalidad y la posibilidad de mejorar el poder
adquisitivo del contribuyente, principal beneficiario de la gestión
pública. No en el sector privado.
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