SOBERANÍA DEL CONSUMIDOR
La presión tributaria en Ecuador es alta. Cada vez
tenemos que trabajar más días del año para financiar al Estado. En el año 2000
eran 44 días; en el 2008 fueron 55; en el 2018, 79 días; y en el 2019
trabajamos hasta el 19 de marzo para pagar todos los impuestos que nos cobra el
Estado.
Esto incluye los aranceles, por ejemplo, que son más
altos que el promedio en la región, haciendo que los productos que importamos
para consumir y producir cuesten más. Objetivo: financiar al sector
público. Resultado: nos restan
competitividad.
Ecuador tiene un gasto fiscal excesivo para un país de
nuestro tamaño. El rol de pagos del
gobierno central es del 8.7 % del PIB, cuando el promedio mundial de los países
de entre 10 y 20 millones de habitantes es de 6%.
Adam Smith decía que la ciencia económica se debe
concentrar en beneficiar al consumidor y no en las empresas. Es decir, que el consumidor tenga un mayor
poder adquisitivo para que tenga una mejor calidad de vida. Ese debería ser la
principal meta de un gobierno.
¿Cómo se logra eso? Mediante la libre competencia
entre los comercios y manteniendo los impuestos bajos. La ventaja de ese ambiente de negocios es que
al incrementar el poder adquisitivo del consumidor, las empresas crecen y por
ende, se pueden contratar más trabajadores que se encuentren en el desempleo.
Las normas laborales inflexibles, las dificultades que
presenta el INEN y la tramitología excesiva son otra traba que cuesta dinero a
quienes hacen negocios en el país. Esos
aspectos tienen varias desventajas: encarecen el precio final de los productos
y servicios que compramos y mantienen a una gran mayoría de comerciantes en la
informalidad porque es caro ser formal en el Ecuador.
La informalidad es inconveniente para el mismo Estado:
no le permite recaudar impuestos de esa gran masa; crea competencia desleal a
los formales y desmejora la calidad de vida de esos ciudadanos a los que el
Estado debería proteger porque, por ejemplo, los informales solamente tienen
accesos a créditos del chulco, lo que, por su costo, mantiene a ese deudor en
la informalidad.
Debemos impulsar una ley de fomento productivo que
facilite la formalidad y una reforma tributaria integral que derogue impuestos,
tasas y contribuciones excesivas, así como impuestos que al SRI le cuesta
demasiado recaudar, disminuyendo su eficiencia.
También hay que eliminar impuestos inconstitucionales
como el anticipo de impuesto a la renta y que el SRI mejore los tiempos del
proceso para la devolución del IVA, para no restarle liquidez a los
contribuyentes.
El consumidor comprará menos si la presión fiscal
continúa creciendo para mantener a una burocracia improductiva que no invierte
en el contribuyente, que debería ser el principal beneficiario de cualquier
política económica.
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