LA RULETA RUSA
Entre los deberes y atribuciones
del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) están los de
designar a la primera autoridad de la Procuraduría General del Estado y de las
superintendencias de entre las ternas propuestas por el Presidente de la
República. Designar la primera autoridad
de la Defensoría del Pueblo, Defensoría Pública, Fiscalía General del Estado y
Contraloría General del Estado. Designar
a los miembros del Consejo Nacional Electoral, Tribunal Contencioso Electoral y
Consejo de la Judicatura. Es decir,
aquellas autoridades que deben hacerle seguimiento a todos los actos de
corrupción, que por alguna extraña razón, en su mayoría, todavía no son
castigados.
El CPCCS fue creado en Ecuador,
al igual que en el socialismo del siglo XXI de Venezuela, para elegir a dedo a
las autoridades que deberían controlar el enriquecimiento ilícito de los funcionarios
públicos. En democracias robustas estas
autoridades de control son designadas por el congreso nacional.
La lucha contra la corrupción es
lo que está en juego. Existen dos posiciones
para enfrentar este dilema en las próximas elecciones. La primera es anular el voto el 24 de marzo para
deslegitimar a los siete miembros electos del CPCCS con la finalidad de
promover una consulta popular que finalmente elimine al CPCCS de la Constitución
y sea la Asamblea Nacional quien elija a las autoridades que actualmente
designa el CPCCS.
La segunda visión es opuesta a la
primera. Se basa en que no tiene sentido
votar nulo para elegir a los nuevos miembros del CPCCS porque, según el artículo
147 de la Ley Orgánica Electoral, si los votos nulos obtienen la mayoría se
anula las elección y se convocan nuevas elecciones para elegir a los consejeros
del CPCCS. Es una posición legalista que
parte del principio de que el CPCCS está en la Constitución y que mientras no
haya consulta popular para desaparecerlo, seguirá existiendo.
Al final, lo que tenemos son
muchos actos corruptos sin sanción denunciados por periodistas. Estamos de
acuerdo en que el CPCCS debe desaparecer.
Lo que no decidimos es la forma de lograrlo. En todo caso, hay que tener cuidado en que no
se enquisten en esa institución personas auspiciadas por los corruptos, porque
si llegan, las consecuencias para la justicia y el país podrían ser
catastróficas.
Abolir el CPCCS mediante consulta
popular se convierte entonces en una misión importante para el presidente de la
república. Es lo que el ciudadano de a
pie aspira.
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