LOS POLÍTICOS
El Estado ha mostrado ser un administrador
negligente. Tiene el monopolio de la
explotación petrolera y por eso, la producción cae en lugar de subir
constantemente. No hay eficiencia en la
operación a pesar de ser uno de los pilares financieros que fundamenta el
presupuesto de la administración pública.
El correato se llevó ilegalmente miles de millones de
dólares en la construcción de la refinería invisible del Pacífico ubicada en
Manabí y en la repotenciación de la refinería de Esmeraldas. Más pruebas que demuestran que el sector
público es incapaz de controlar empresas públicas, obligándonos a importar
derivados de petróleo que ofrezcan la calidad que se requiere para su consumo.
Tomando en consideración estas realidades, es hora de
liberar la importación de todo tipo de combustibles. Que cualquier persona pueda importarlos y que
el mercado regule el precio a través de la libre competencia. Eso permitiría que nos beneficiemos con una
mayor variedad de oferta de tipos de gasolinas y el Estado se ahorre el pago de
miles de millones de dólares en subsidios por concepto de importación de
derivados, que incrementan el déficit fiscal.
Olvidemos ese modelo que le permite al Estado tener el
monopolio de los combustibles. Lo ha administrado mal en perjuicio de los
consumidores, contribuyentes y de sí mismo.
Nunca lo hará bien. Es un
paradigma que solamente le conviene a la burocracia.
El gobierno anterior también se endeudó para construir
las hidroeléctricas que supuestamente nos iban a permitir tener mayor cantidad
de energía al menor precio. Eso no ha
ocurrido y el agravante es que tampoco tenemos recursos para pagarle a los
acreedores que financiaron esas obras.
Como tampoco podemos pagar las hidroeléctricas, estas
deberían ser concesionadas a los mejores oferentes para poder liberar al gobierno
de esa deuda impagable.
Eso también favorecería a los contribuyentes porque al
haber menos gastos públicos, se podría derogar el impuesto de salida de divisas
(ISD) y el anticipo de impuesto a la renta, cuya única justificación para
existir es la falta de recursos estatales para pagar una deuda que financia una
elevado gasto corriente en lugar de inversión social y obra pública.
Más allá de que el impuesto de salida de divisas
encarece los productos que consumimos y aleja la inversión, también afecta al
turismo que viene con dólares al país.
Me explico: este gobierno ha decretado la política de cielos abiertos
para atraer turismo. Muy bien hasta
allí, pero para liberalizar el transporte aéreo internacional, Estados Unidos, por
ejemplo, la nación que representa el mayor turismo receptivo para el Ecuador, ha
solicitado que no le cobren el ISD mediante un acuerdo bilateral para
implementar los cielos abiertos; lo cual es lógico porque es un tributo que
además de restarnos competitividad, no aplica el principio de reciprocidad. Ellos no lo cobran, ni otros países lo
recaudan. El Ecuador perdería ocho millones
de dólares por ese concepto y ganaría cuatrocientos millones por atraer turismo
gringo. ¿Chévere no? Bueno, nuestro país
demora en encontrar un mecanismo para que la política de cielos abiertos se
implemente porque el sector público está desfinanciado.
Si ciertos ministros dejaran de analizar la situación
nacional desde una visión política, sino económica y patriótica, no habría ni
que pensarlo; pero como se concentran en cómo quedar bien, sacrifican el futuro
de todos.
Tenemos que pagar las facturas heredadas del gobierno
anterior. Más allá de quiénes hayan sido
los culpables de las circunstancias actuales y la necesidad de que el poder
judicial los procese, la función ejecutiva debe tomar medidas económicas de
fondo como eliminar monopolios ineficientes, impuestos inadecuados y vender y
concesionar activos improductivos.
Mientras más nos demoremos, más doloroso va a ser el pago para la
ciudadanía. La historia reciente nos ha
mostrado el sufrimiento de los pueblos de España y Grecia porque los
gobernantes de la época se negaron a enfrentar técnicamente a la crisis
económica.
Un par de ministros han logrado algo en ese sentido, pero
es poco en comparación al monto de la factura por pagar. La hora del análisis político y de
confrontación interna del gabinete ha concluido. Caso contrario, el problema económico se
convertirá en uno político. Y ya sabemos
cómo terminan las convulsiones políticas nacionales. El tema es grave.
Comentarios
Publicar un comentario