AVIONES Y POPULISMO
Por última vez despegó el que fuera avión de la
presidencia de México. Su destino era el
desierto en Victorville, California, donde la compañía Boeing lo almacenará
hasta que consigan un comprador.
López Obrador venía criticando esta nave de lujo. Costó 218.7 millones de dólares en un país
que miles de personas viven en la pobreza.
Daniel Hall, analista senior de Flight Ascend dijo que
la nave era un buen activo, pero el 787 se convirtió en un símbolo de un
régimen opulento, “la realidad es que el avión es práctico”.
Los voceros de la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público no respondieron a la pregunta de si el gobierno espera vender el avión
con pérdidas económicas.
El secretario de Hacienda mexicano comentó a los
medios, frente al Boeing 787, que el gobierno también venderá sesenta aviones y
setenta helicópteros de su propiedad.
Para transparentar el proceso de venta se pidió la intervención de
Organización de Naciones Unidas (ONU).
Más allá de que este avión no fue comprado por Peña
Nieto, es un simbolismo que afecta la imagen de un gobierno cuyo gasto federal
se disparó en el primer trimestre del año, justo antes de las elecciones.
Un mandatario debe ser cauto en sus declaraciones y
acciones, especialmente en los países en los que existen tantas personas con
escasos recursos económicos.
No se puede manifestar que se van a recuperar en favor
de las arcas fiscales lo robado en el gobierno anterior y no hacerlo.
Es funcional que el presidente tenga un avión para sus
desplazamientos. Por allí y por bajar
los sueldos de los funcionarios del Estado más importantes no va la cosa.
Los millones de desempleados y los que sí tenemos
empleo nos sentimos burlados cuando vemos que quienes fueran funcionarios públicos
volaron en la nave presidencial para llevarse el dinero a paraísos fiscales,
usando ilegalmente los activos de los ecuatorianos.
Es responsabilidad de la función judicial actuar para
recuperar lo robado y menester del presidente Moreno cumplir con sus
promesas. Especialmente las de crear más
empleos y reducir el gasto público.
Cumplir esas promesas hará que Moreno pase a la
historia como un estadista. Ha mostrado
que tiene la capacidad. Falta la
decisión.
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