DEMOSTRAR QUE PODEMOS


Tras la Copa Mundial de Futbol me quedé pensando qué pasaría si los países participantes no respetasen el reglamento FIFA.  Si cada selección decidiese que jugaría con sus propias reglas.  Sería un desorden.

Lo mismo ocurre con el comercio mundial.  Tenemos que jugar con las reglas con las que los mejores mercados juegan.  Sin cambiarlas constantemente.    Caso contrario no van a invertir aquí. 

De allí la importancia de impulsar que el Ecuador se convierta en miembro permanente de la Alianza del Pacífico.  Demostrar que podemos jugar limpio, respetando las normas internacionales que el comercio requiere. 

El reto es respetar el derecho de propiedad de quienes quieren invertir aquí.  Existen pruebas en nuestra historia que demuestran lo contrario. Para que vengan los capitales, tendrán que transcurrir algunos años en los que debemos mostrar seguridad jurídica.  Ganarse la confianza de alguien toma tiempo.  Destruirla, toma unos segundos.

Los pobres son los que sufren cuando los mercados son cerrados. Los habitantes de los países con mayor libre comercio ganan más que los que tenemos economías proteccionistas.

Las personas no vivimos de las balanzas comerciales o del precio del barril de petróleo, sino de nuestro empleo.  Restringir el comercio y modalidades de contratos laborales poco flexibles significan menos empleos adecuados y más subempleo.

El sector privado juega un papel fundamental en el crecimiento de la economía.  Los gobiernos no han logrado desarrollar la infraestructura necesaria para que el país crezca.  El empresariado tiene que ejecutar, vía delegación, la prestación de los servicios públicos de agua potable, riego, saneamiento, fuerza eléctrica, telecomunicaciones, vialidad, facilidades portuarias, aeroportuarias y ferroviarias, servicio postal u otras de naturaleza similar.  Así el gobierno ahorra recursos públicos y nos cobran menos impuestos.

Vivimos en un mundo de comunicaciones inmediatas con cualquier parte del mundo.  Cada vez se desvanecen más las fronteras.  Cuando vamos a otro país, están nuestros socios y clientes.  Tenemos que firmar acuerdos comerciales para integrarnos mejor, ahorrar costos y comerciar libremente.

Hay que actualizar nuestro Estado.   Tenemos un sector privado del siglo XXI, pero un Estado del siglo XVII.

A los únicos que no les interesan esto son a los que piensan como el siglo XVII y a los que promueven oligopolios y monopolios por razones personalísimas.  A los demás, nos conviene la libre competencia para alcanzar la prosperidad.

Temerle a la competencia, es temerle al progreso.  Es importante insertarnos en el comercio internacional para aprender de los grandes a fabricar productos sobresalientes y ofrecer más y mejores servicios.

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