TIBURONES
Además de ser los acreedores
de una deuda chueca que resulta en intereses y plazos abusivos para financiar
el excesivo gasto público del gobierno anterior, ahora los chinos sienten la
confianza para venir con una flota de trescientos barcos a arrasar con los tiburones
de uno de los cinco mejores lugares de buceo del mundo: Galápagos.
Esto no es nuevo. Como buzo, he contemplado, en varias
ocasiones, embarcaciones chinas pescando tiburones dentro de la reserva, en las
islas más lejanas del archipiélago.
Cuando después de una semana regresaba a bucear, la embarcación seguía pescando
en el mismo lugar.
Esto se suscita porque le
están pagando a una autoridad por la protección necesaria para operar y la Armada
no puede responder, porque no tiene los recursos para pagar el combustible necesario
para patrullar una zona tan amplia. Todo
apunta a que ambas cosas ocurrieron en el caso de la flota de trescientos
barcos chinos.
Fastidia que a la mayoría de
Alianza País no le interese tratar este tema en la Asamblea Nacional. Se negaron a debatir una resolución para
pedirle a China las explicaciones que le corresponden ofrecer ante tremenda
ofensa. Solamente en la bodega del buque
capturado se encontraron más de seis mil seiscientos veintitrés tiburones de
las especies martillo, sedoso, zorro pelágico y mako. Son escualos que están en peligro de
extinción y que el Ecuador ha consentido proteger cuando firmó la Convención
sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora
Silvestres (CITES) procedentes del mar.
Llevamos una década hablando
sobre promover el turismo, la industria sin chimenea; pero cuando hay defender la
fauna marina que lo sustenta, el oficialismo opta por encubrir a quienes están
recibiendo dinero para que los chinos pesquen relajados en la reserva.
Es claro que después de la
película “Tiburón” muchas personas no compadecen a estos animales. La realidad es que es hermoso observarlos
desplazarse con gracia por los océanos, cumpliendo su misión en el
ecosistema. No tienen las
características humanas negativas que la película les atribuye.
Si la belleza que describo no
es suficiente para algunos, veámoslo desde el punto de vista económico: se
calcula que cada tiburón vivo genera doscientos veinte mil dólares en turismo,
mientras que la venta de uno muerto, tan solo trescientos dólares, que en este
caso, se llevan los chinos.
Palau sanciona con un millón
novecientos mil dólares la pesca ilícita de cada tiburón. Por eso el buceo en Palau es
extraordinario. Una multa de ese calibre
demuestra que el gobierno de ese país conoce la importancia de conservar
tiburones y la fauna marina para atraer a los turistas. Con un castigo así los pescadores ilegales
saben a qué atenerse.
Los tiburones no conocen de
zonas exclusivas o límites de mares territoriales. Simplemente los cruzan para buscar alimento o
reproducirse. Por eso es que debemos sancionar
a los tiburones terrestres que promueven actos ilegales de pesca. Cuando un país persigue los actos prohibidos aplicando
todo el rigor de la Ley, a nadie se le ocurre cometerlos.
Es por esto que aplaudo la
actuación de la jueza de la Unidad Judicial Multicompetente de San Cristóbal,
Alexandra Arroyo, quien condenó a la tripulación china a cuatro años de prisión
por el delito de tenencia y transporte de especies protegidas; al pago de 5.9
millones de dólares por concepto de indemnización y el decomiso de la
embarcación capturada mientras faenaba en la reserva. Eso no ha ocurrido en casos producidos
durante el gobierno anterior.
Ahora falta derogar el decreto
ejecutivo que permite la pesca incidental de tiburones (a los chinos les
encanta la aleta de tiburón) y encontrar a los autores intelectuales que
permitieron pescar ilegalmente a la flota china. Pareciera que cuando de China se trata, el
Ecuador siempre tiene las de perder.
Nada de lo acontecido es producto del azar. Algunos ganaron bastantes dólares
ilegalmente.
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