LA MUJER DEL CÉSAR
Julio César repudió a su mujer,
Pompeya Sila, al poco tiempo de haber sido designado pontífice máximo del
colegio de pontífices. Ella había
asistido, en calidad de espectadora, a una orgía permitida a las damas de la
aristocracia romana. Nunca pudo probarse
su infidelidad o acto deshonesto alguno.
Incluso Julio César la absolvió de adulterio, pero se divorció. Las más ilustres señoras solicitaron que
revoque su divorcio de Pompeya Sila, pero su respuesta fue que “no basta que la
mujer de César sea honesta, también tiene que parecerlo”.
Esto aplica a lo que sucede en
nuestro país en relación a ciertos dignatarios.
Más aun cuando existen graves indicios de responsabilidad penal contra ellos
y ex funcionarios públicos.
Somos testigos de las acciones
de uno en especial, que hasta monta enlaces ciudadanos para defenderse de la
serie de coincidencias en las que constantemente aparecen su círculo cercano y
su nombre en diferentes formas.
Agravando su situación, porque este despilfarro implica el uso indebido
de nuestros recursos para fines personales.
Al punto que la Secretaria Nacional de Comunicación (SECOM) declaró que
“El Gobierno Nacional no se responsabiliza por ninguno de los mensajes que se
difundieron en el denominado programa “Enlace Ciudadano”, que ratificamos no es
un espacio informativo gubernamental”.
Lo mismo ocurre con las
funciones del Estado. No solamente
actuaron como la mujer de Julio César, sino que participaron de la orgía.
La función de Transparencia y
Control Social designó al Fiscal y al Contralor anterior. Sin embargo, ninguno investigó debidamente
los indicios de corrupción que se filtraban desde procesos penales suscitados
en otros países. Es menester analizar si
justifica el gasto que implica mantener a la función de transparencia. No solamente porque ha incumplido con sus
obligaciones constitucionales contra la corrupción, sino que en este momento no
dice pío. Esa podría ser una de las
primeras medidas para lograr la austeridad de un Estado que gasta demasiado.
Y qué decir de la Asamblea
Nacional. El juicio político no pasó del
CAL, gracias a la intervención oportuna de la mayoría oficialista. Pareciera que para esos asambleístas, la
lealtad es sinónimo de encubrimiento.
El gobierno anterior esperaba
que se aplique algo similar a la ley del silencio u omertá que rige en la Cosa
Nostra. Eso es lo que hace que Lenin
Moreno haya pasado de ser el candidato aupado por el oficialismo en las
recientes elecciones, a ser el blanco de la oposición de su movimiento.
El ejecutivo y la función
judicial tampoco cumplieron sus fines en los últimos diez años. Estamos a la espera de su reivindicación en
aras de que se sancione la corrupción, porque la mayoría de los ecuatorianos
trabajamos honestamente. No aprobamos
que prevalezca la cleptocracia. Eso nos
hace sentir como tontos e impide el crecimiento económico. Queremos más actuaciones al estilo de Julio
César y que no existan orgías financiadas con nuestros recursos públicos.
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