FUENTE OVEJUNA
Sería bueno conversar sobre
los responsables de la situación económica actual. Especialmente cuando ciertos oficialistas
hablan de corresponsabilidad. Aclaremos
conceptos. Para que exista corresponsabilidad,
debe existir reciprocidad: cada parte tiene que cumplir con sus
obligaciones. Algunos administradores
públicos de la última década han incumplido y participaron en la dilapidación
de los recursos del Estado.
Tenemos a un ex ministro de
finanzas que parece haber permitido exceder el límite de endeudamiento previsto
en el Código Orgánico de Planificación y Finanzas. Nos endeudaron con plazos cortos y tasas
altas, mientras han falseado cifras y no se sanciona a los culpables. Además, en cuatro años hemos pasado de un
déficit de ochocientos millones a uno de siete mil millones, cuando nos decían
que la economía estaba en crecimiento.
Contamos con un vicepresidente
que desconocía los actos de corrupción que se suscitaron en el sector del que
era responsable. Pobrecito, estaba
pintado en la pared. Eso significa en el
mejor de los casos, que fue negligente en la administración de nuestros
recursos.
Hemos perdido institucionalidad. Las funciones del Estado obran con
dependencia del poder ejecutivo. No
existe la función judicial ni legislativa.
Tampoco hay capacidad para actuar de oficio ante graves indicios de
responsabilidad penal.
Hace un poco más de dos meses
el expresidente exigía votar por Lenin. Actualmente
nos informa que el jefe del ejecutivo electo es lo peor. ¿Será porque el nuevo mandatario expone
verdades incómodas?
Tenemos la oportunidad de
escoger entre más de lo mismo o probar algo nuevo. Ya sabemos dónde nos llevó el socialismo del
siglo XXI: hacia el enriquecimiento ilícito y decrecimiento como país. Corrupción que involucra desde falsificación
de títulos universitarios hasta solicitud de coimas. Privilegios, en lugar de oportunidades para
la mayoría. Quiebra de empresas incautadas
y desempleo. Compañías públicas que
malgastaron nuestros recursos en decenas de millones de dólares.
Si ya conocemos dónde nos
lleva todo esto, lo responsable es cambiar el rumbo. La solución no es redistribuir la
riqueza. Esa acción serviría para
solventar solamente tres meses de gastos del gobierno actual. Hacerlo implica la quiebra de más empresas,
más desempleo y caos. El camino está en fomentar el crecimiento económico, no
en restringirlo. El sector público debe
ajustarse el cinturón después de la fiesta ovejuna. Es hora de regresar la administración pública
al orden.
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