LIBERTAD
El acuerdo con la Unión
Europea ha permitido incrementar las exportaciones hacia ese bloque
comercial. Bien por el país. La mayoría de esas nuevas exportaciones son
generadas por micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES).
La Unión Europea es un mercado
de quinientos millones de consumidores con alto poder adquisitivo al que le gustan
los productos agroalimentarios que exportamos.
Esas nuevas exportaciones suscitarán crecimiento de las MIPYMES y por
ende, nuevos empleos adecuados y más tributos.
La solución, entonces, es abrirnos al mundo y no lo contrario.
El acuerdo con la UE permitió
que se salven trescientos mil empleos directos y miles de indirectos. Simultáneamente se ha logrado el objetivo de
aumentar las exportaciones, mientras los ecuatorianos recibimos productos europeos
de calidad a precios competitivos.
Los daneses son especialistas
en fabricar insulina para el mundo. Con
eso, su nivel de vida es alto. No se les
ocurre fabricar vehículos, porque saben que algunos de los mejores autos vienen
de Alemania. Para poder disfrutarlos, no
les imponen elevados aranceles ni salvaguardias. Tampoco otorgan privilegios a su industria
nacional. Así pueden gozar de los
mejores productos del mundo al mejor precio posible. Ejercen su derecho a la libre elección de
bienes y servicios.
Las salvaguardias, cupos,
normas técnicas y demás restricciones comerciales aspiran evitar las
importaciones. Por un lado, para
recaudar más impuestos porque el gobierno gasta demasiado; y por otro, porque
el socialismo del siglo XXI tiene una fijación con la cuenta de la balanza
comercial, que es solamente un componente del balance. Lo que un administrador diligente debe
analizar es la última línea del balance: ¿el país ganó o perdió? Las salvaguardias significaron la caída de
las ventas y el decrecimiento del país.
Ese fue el resultado del ejercicio.
Los países requieren importar
para exportar. Por ejemplo: si usted quiere
fabricar una camisa, tendrá que importar la máquina de coser y ciertos
insumos. Si a esos rubros, el Estado le
aplica elevados aranceles, salvaguardias, normas técnicas imposibles o casi
imposibles de cumplir, el costo de producción subirá, y por ende, el producto
final no tendrá un precio competitivo.
Otra vía es pedir privilegios, para que usted produzca sin que sus
competidores extranjeros puedan entrar al mercado, pero eso limita la libertad
del consumidor de poder seleccionar productos.
Los daneses y peruanos prefieren comprar los carros alemanes a precios
económicos.
Entonces surgen las preguntas
¿Queremos realmente exportar con precios competitivos como dice el gobierno o
solamente aspiramos cubrir el hueco fiscal con los recursos del sector privado?
El gobierno constantemente pide
sacrificio a la sociedad civil. Es hora
de que la burocracia se ajuste el cinturón y fomente la productividad para que
el exceso de funcionarios públicos pueda incorporarse a la fuerza laboral de
una empresa privada que exporte competitivamente a miles de millones de
consumidores o sean parte de la cadena productiva que permite lograr ese
objetivo.
Los importadores también crean
fuentes de trabajo y pagan impuestos. No
es inteligente eliminarlos sin sacrificar ambas cosas.
Hay que fomentar la firma de
más acuerdos de libre comercio. Vendámosle
a miles de millones de consumidores y no solamente a un puñado de
ecuatorianos. Pensemos en grande.
Atraigamos a la banca internacional que le guste un país latinoamericano que tiene
la estabilidad del dólar para que el financiamiento sea más competitivo. Hagamos que nuestra población tenga mayor
poder adquisitivo y refundemos una nación con un ecosistema de negocios que nos
permita innovar en el siglo del conocimiento.
No nos suicidemos con trámites y gasto público. Seamos parte del comercio mundial y
aprovechemos sus ventajas. Queremos vivir
en libertad, no separados del mundo, como le gustaba al inepto de Bélgica.
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