INCREMENTO DEL IMPUESTO A LA PLUSVALÍA
Pareciera una cortina de humo
para que dejemos de conversar sobre la red de corrupción. No se explica de otra manera. Lo cierto es que lastima al candidato
oficialista: tanto si apoya el proyecto como si contradice al presidente. Es difícil defender un impuesto desproporcionado
del 75 % sobre las utilidades generadas por la compra venta de bienes
inmuebles. Algo que ataca el derecho a
la propiedad y a la legítima utilidad después de haber pagado tributos para
comprar un bien inmueble. Un impuesto
confiscatorio que desmotiva la demanda de los planes inmobiliarios y la
inversión.
El proyecto de Ley orgánica
para evitar la especulación sobre el valor de las tierras y fijación de
tributos no pudo haber sido propuesto en peor momento. Justamente cuando se requiere de incentivos
para que el sector inmobiliario resurja y fomente la creación de empleos.
Nadie querrá invertir en
bienes inmuebles si sabe que en algún momento le van a cobrar un impuesto
desproporcionado. No es correcto que el
oficialismo alegue que los bienes inmuebles ganan plusvalía por la obra del
gobierno. La obra pública es financiada
con nuestros impuestos. Los gobiernos
seccionales nos cobran contribuciones de mejoras cuando considera que los
bienes inmuebles ganan plusvalía.
Subvencionamos a la administración pública para que haga obras.
Uno decide invertir en bienes
inmuebles para tener un lugar donde vivir o como una forma inteligente de ganar
rentabilidad. Hacer crecer económicamente
el patrimonio familiar. La intención no
es compartir con el Estado las ganancias que rinda el bien. El fin de esa organización política no es
“recuperar inversiones”, como consta en la exposición de motivos del proyecto
de Ley, o definir cuándo se produce una ganancia ordinaria o extraordinaria en
la venta de un bien inmueble.
El proyecto faculta la
cobranza del impuesto a la plusvalía a los bienes inmuebles rurales. Antes solamente eran sujetos pasivos los
propietarios de los bienes inmuebles urbanos.
También desfinancia a
compradores que quieren adquirir un nuevo bien inmueble o a aquella persona que
vende por necesidad.
Este es un proyecto de corte
comunista al que nos debemos oponer por principio, porque se debe respetar el
derecho de los ciudadanos a progresar a través de las inversiones legítimas. El Estado no tiene justificación alguna para
recibir un setenta y cinco por ciento de las utilidades de la transferencia de dominio de
una propiedad.
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