EL PAÍS DE OLAFO

Ya lo dijo Milton Friedman, premio Nobel de Economía: un lápiz se fabrica a un precio reducido gracias a la contribución del tiempo de miles de personas de diferentes lugares y costumbres, que posiblemente tuvieran conflictos si  las reuniésemos en una habitación.  Esas personas no fueron unidas por una Ley o la exigencia de un comisario en una oficina central.  Fue la magia del sistema de precios la que los juntó y los hizo cooperar para que fabriquen el lápiz por un precio insignificante.  El comercio tiene la virtud de pacificar. 

El socialismo del siglo XXI, en cambio, enfrenta intencionalmente a conciudadanos. Busca la división entre ricos y pobres.  Nos ha llevado en la dirección opuesta a las naciones que les va mejor.  Países que tienen libertades individuales y promueven el libre comercio, generando bienestar para sus habitantes.  Lo dicen los indicadores de cualquier estudio objetivo,  no es mi opinión. Hemos logrado decrecer económicamente durante el año 2016, mientras la mayor parte del mundo crece.  Gracias a que el gobierno se dedicó al populismo sin fomentar la productividad.

Las consecuencias: hemos desmejorado nuestra calidad de vida, pero además, nos han convertido en un país de amargados, iguales al líder supremo.  Una población que vive en la constante tensión de perder su trabajo, pendiente de lo que se diga en las sabatinas semanales.  Empleos condicionados por lo que el hígado de nuestros mandatarios expresen.

Lo político afecta lo económico.  Por eso es inválido descalificar a los empresarios que exteriorizan sus preocupaciones ante estas manifestaciones hepáticas, relacionadas con ideologías radicales de izquierda más que con la intención de que vivamos mejor a través de la generación del mayor número de oportunidades.  Para  los socialistas del siglo XXI, lo importante es seguir el camino trazado por quienes fracasaron en lograr la felicidad de su pueblo: los Castro y Chávez.  

Venezuela y Cuba, los modelos a seguir, tienen una infraestructura que se encuentra paralizada desde que el socialismo del siglo XXI y el comunismo, respectivamente,  tomaron el poder.  Su producción y competitividad han decaído desde entonces, pero la corrupción ha incrementado proporcionalmente. Lo mismo ha sucedido aquí. 

Estos regímenes ofrecen un futuro mejor si nos sacrificamos en el presente, dicen.  Como si tuviéramos tiempo infinito en la Tierra.  Ninguno ha cumplido sus promesas.  Los únicos que viven mejor son los funcionarios públicos que son parte de la pandilla del poder.  Significativamente mejor.  

Queremos un país con precios bajos y un poder adquisitivo superior. La posibilidad de comprar los mejores productos del mundo y de poder comerciar con la mayor cantidad de bloques y países. Instituciones públicas independientes, que sancionen a los que obren ilegalmente.  Menos impuestos y tramitología simple.  Que los sectores público y privado trabajen en equipo.  Una vida próspera con libertad.   Es mi primer deseo navideño.  

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