ASESINATO DE REPUTACIÓN
La propaganda nazi antisemita
usó este recurso con efectividad. Por lo
general, los crímenes de lesa humanidad fueron precedidos por una campaña de este
tipo, considerada terrorismo estatal. El
asesinato de la reputación es un proceso sostenido que pretende destruir la
credibilidad de una persona, institución o grupo social mediante acusaciones
falsas, fomento de rumores y manipulación de la información.
Llama la atención que un
periódico estatal, financiado por nuestros impuestos, ataque a una persona con
ese fin. Dedicándole un editorial institucional e inventando noticias que
incurren en el delito penal de la calumnia y en la responsabilidad solidaria
civil del medio de comunicación que publicó la falsa noticia. Inmediatamente, los mal habidos canales de
televisión públicos replican la noticia usando la publicación como fuente o se
generan cadenas nacionales y pronunciamientos políticos de funcionarios
públicos, que deberían ser técnicos, para continuar la agresión al crítico, no a
sus opiniones. Así es como gastan
nuestros tributos. Una
demostración más de la vigencia de la Ley del Embudo: permisiva cuando el abuso
viene de personas del sector público, pero arbitraria con quienes les caen mal
a los mandatarios.
En las redes sociales es más
fácil diseminar falsedades o provocaciones a través de trols, cuyos honorarios también
son pagados con nuestros impuestos.
Contratistas del Estado que cada día tienen menos argumentos, porque
tras tantos años de gobierno, hemos constatado las consecuencias de aplicar un
modelo económico que, desde el siglo XIX, ha fracasado en todos los lugares que
se lo implementó.
Y después piden que
contribuyamos. Que seamos solidarios y
paguemos más tributos que serán usados contra una parte de la población. Hemos olvidado que quienes nos agobian con
impuestos son servidores públicos contratados para administrar eficientemente
la cosa pública, no para gastar improductivamente lo que les ingresa a las
arcas estatales. Se han confundido o les
hemos permitido hacerlo. Piensan que deben castigarnos con más impuestos para
continuar despilfarrando recursos públicos que le pertenecen a la sociedad
civil, fruto de su trabajo, no a ellos, como lo exigían las monarquías del
siglo XVIII.
Ciertos medios de comunicación
públicos pierden dinero y alguno ya quebró por mala administración. Las compañías privadas les compran poca publicidad
por su baja aceptación entre lectores, que notan que la información
proporcionada no es veraz; pero también,
como resultado de incoherencias que el régimen ha promovido, encareciendo el
costo que las empresas tendrían que pagar para publicitar productos y servicios en medios de
comunicación tradicionales públicos o privados.
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