ACTIVACIÓN COMERCIAL Y AHORRO
Cuando la economía estaba
bien, el gobierno subió los impuestos.
Cuando desmejoró, por el excesivo gasto público improductivo, presentaron
un proyecto de Ley para incrementar los impuestos. Después del terremoto, también quieren
aumentar los impuestos. Pareciera ser la
receta única. Entonces uno se pregunta:
¿cuánto es suficiente para satisfacer la gula estatal? El oficialismo exige
sacrificio a la sociedad civil, pero el gasto público ineficaz siempre termina
invicto.
La creación de nuevos impuestos
significa el fracaso de la creatividad.
Muestra la verdadera cara del gobierno: su egoísmo. En lugar de
crear más tributos ¿no habría sido mejor reducir el gasto público
innecesario; delegar a las empresas privadas la prestación de servicios públicos para evitar que se tenga
que invertir recursos de las finanzas públicas en la reconstrucción; acelerar
los procesos de eliminación de salvaguardias y aranceles de bienes de capital y
materias primas requeridos para reparar las zonas afectadas por el terremoto;
incentivar las donaciones haciendo que sean deducibles de la base de cálculo
del impuesto a la renta; crear zonas francas en las provincias de Manabí y
Esmeraldas para atraer inversión privada; motivar al IESS para que otorgue más
préstamos hipotecarios en las áreas damnificadas; eliminar el anticipo de
impuesto a la renta para que cuatrocientos millones de dólares se pongan a
producir, generar empleo e impuestos?
El terremoto ha desnudado al
gobierno, demostrando que no existe planificación, ni gestión más allá de intentar
limitar constantemente la libertad de los individuos. Toda la solidaridad de la que se
vanagloriaban vino de la sociedad civil, quien se organizó independientemente
para mostrar con hechos lo que significa esa palabra. El gobierno se quedó de año. Jamás respondió, más allá de insultar a los
afectados. Colapsó el discurso contra:
la empresa privada; las personas mayores con la experiencia suficiente para
reaccionar y organizar; la base americana en Manta; las ONGs; la necesidad de
ahorrar para la época de vacas flacas; la unión entre ecuatorianos y todas las
demás cosas que hemos tenido que escuchar durante los últimos nueve años. La realidad pulverizó el discurso sin sentido. Como cuando cayó el muro de Berlín.
Es una pena que la ideología los
obligue a insistir en la aplicación de un modelo fracasado. No es justificación que haya bajado el precio
del petróleo. La gran mayoría de países
del mundo no dependen de la venta de ese producto, sino de la administración
eficiente de las arcas públicas. El
terremoto mostró que el gobierno está desconectado con la realidad. Y la solidaridad de la sociedad civil los
desenmascaró como lo que son: administradores negligentes sin empatía.
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