LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Mientras Cuba progresivamente se
acerca más a los Estados Unidos de Norteamérica y se aleja del socialismo, la
Argentina está lista para facilitar las exportaciones mediante la firma de un
acuerdo de libre comercio con los gringos. Venezuela se debate entre la escasez
y la corrupción. Dilma está en graves problemas por la descomposición
gubernamental. Consecuencias del
perverso socialismo del siglo XXI que nadie supo definir, pero que democratizó
la pobreza.
La franquicia iba haciendo
camino al andar. Cada presidente actuaba
como rey, evocando las causas que motivaron la revolución francesa. Una clase privilegiada (la corte), representada
por ciertos servidores públicos que han obtenido un incremento patrimonial
injustificado a su nombre o mediante persona interpuesta, con poderes excesivos
y derechos desproporcionados frente a los del resto de la población. Castigándonos con más obligaciones fiscales que
encarecen los productos y restricciones comerciales que golpean al sector
privado en su productividad.
El presidente se parece más a
Luis XIV que a un revolucionario. Después
de haber dilapidado el equivalente al gasto de los gobiernos de los treinta
años anteriores, nos encontramos a la deriva.
Sin ahorros, ni productividad que nos respalden. Con un gasto mesiánico descontrolado,
pero exigiendo frugalidad al sector privado.
La justificación: cayó el precio del petróleo. Uno se pregunta cómo se desarrollaron países
que no tienen petróleo como Suiza, Singapur y Japón.
Ahora dicen que los
empresarios no arriesgan. Los
emprendedores siempre han puesto en riesgo su patrimonio. Los funcionarios públicos intelectuales no lo
saben, porque jamás han desempeñado ese rol. Son mercantilistas. Las condiciones vigentes para hacer negocios
en el país, implican un acto de temeridad.
Leyes inciertas que pretenden obligar a crear nuevos empleos sin tener en
consideración la competitividad, ni la excesiva presión fiscal, restando liquidez
para invertir.
El gobierno debería adoptar medidas
correctas como firmar más acuerdos de libre comercio con países o bloques que
valgan la pena; disminuir el gasto público para reducir la carga tributaria y
eliminar las restricciones comerciales recaudatorias para satisfacer el voraz
déficit fiscal; no endeudarse para pagar obligaciones públicas; privatizar la
seguridad social; facilitar la inversión privada y flexibilizar las relaciones
laborales. En definitiva: obrar con
responsabilidad. Esperemos que nuestros
mandatarios quieran pasar a la historia como quienes supieron reaccionar ante
sus errores, aunque lo veo complicado.
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