PROMOVIENDO EL BIENESTAR
El enemigo no son los medios
de comunicación privados que denuncian los hechos que el gobierno debería
corregir. Tampoco son las personas que
han logrado tener dinero gracias a su esfuerzo.
Ni los sacerdotes, que ejerciendo el derecho de libertad de opinión y
cumpliendo son su obligación de pastores, impulsan el diálogo sincero y el
rechazo al sectarismo. O los
trabajadores, que salen a marchar a las calles reclamando por el respeto al
derecho de la propiedad privada de los profesores; un mejor código laboral y el
respeto al procedimiento establecido por la Constitución para decidir si se
prorroga indefinidamente las funciones de los servidores públicos.
Fuimos testigos de la
expulsión de los americanos de la base de Manta, que era un pilar fundamental
para la lucha con el tráfico de drogas.
No se renovó el convenio con el cuento de la soberanía, pero a muchos
nos sonó como una forma intencional de proteger las rutas del
narcotráfico. En el peor de los casos,
los americanos significaban un importante aporte económico para la zona.
Eso, sumado al llanto de viuda, del que fuimos testigos cuando las
fuerzas del orden colombianas dieron de baja al guerrillero narcotraficante de
las FARC, Raúl Reyes, tampoco fue un buen síntoma.
Hoy vemos cómo el sicariato
prolifera. Nos estamos acostumbrando a
verlo en los medios de comunicación y eso es malo. No queremos llegar al punto que alcanzaron
Colombia o México.
Más que fomentar el odio de
clases y facilitar la delincuencia desarmando a la población, necesitamos un
gobierno que promueva la mayor cantidad de oportunidades. Eso no significa contratar a un burócrata
para que cave una zanja y al día siguiente la tape. Se requieren empleos productivos, que
produzcan prosperidad. Para salir de la crisis se debe impulsar las
exportaciones, los acuerdos de libre comercio; continuar reduciendo el ingente
gasto público; eliminar las salvaguardias y motivar la inversión privada. Más libertad y menos restricciones. El gran enemigo común es la inseguridad y el
incremento del desempleo que genera mayor pobreza. Esto, combinado con que somos un país
dolarizado, se convierte en un caldo de cultivo para el narcotráfico. Es vital controlar ese mal y no atacar a quienes
apoyan el bienestar de la sociedad.
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