EL ADMINISTRADOR DEL CONDOMINIO
Redistribuir la riqueza
significa el reparto de la existente.
Necesariamente igualando para abajo, porque no se puede igualar hacia
arriba, para que todos tengamos los mismos recursos que Bill Gates, por
ejemplo. Dividiendo esa fortuna, todos
seríamos igual de pobres. Nos tocaría
una pequeña parte y después de eso, a Gates le quedarían pocas ganas de
producir más.
Una sociedad en la que unos
seríamos más iguales que otros, porque los servidores públicos seguirían
viajando en avión privado y con prebendas que el resto de los mortales no
tendríamos.
El Estado es un concepto
político concebido con el fin de permitirnos vivir en una sociedad organizada. Como el administrador de un condominio: no es
designado para crear una administración obesa, ni para redistribuir la riqueza
de los condóminos o para restringir su libertad. La redistribución de la riqueza implica que
alguien codicia los bienes ajenos.
No es lógico que el
administrador del condominio, que ha presentado una libreta de calificaciones
deficiente, a pesar de haber recibido trescientos treinta mil millones de
dólares, la mayor cantidad de ingresos recibidos por un presidente en la historia
republicana, quiera reelegirse indefinidamente sin respetar el procedimiento
establecido en la Constitución para reformar uno de los elementos esenciales
del Estado: el poder. La Constitución
afirma que en ese caso, el camino es un referéndum.
Los impuestos son una
confiscación de la propiedad privada a la que los ciudadanos hemos accedido con
el fin de recibir ciertas contraprestaciones.
Esos impuestos no pueden malgastarse en periódicos oficiales que pierden
millones de dólares y que solamente sirven para atacar a una parte de los
condóminos-ciudadanos. No estamos
recibiendo las contraprestaciones por las cuales pagamos nuestros
impuestos. Por ejemplo: la lucha contra
la delincuencia, oportunidades para prosperar y un sistema judicial que imponga
justicia.
El modelo económico ha
fracasado. Nos ha castigado. Pagamos más por todos los bienes y
servicios. Los ecuatorianos ahora vamos
a Colombia y a Perú a comprar lo que necesitamos porque el presupuesto no nos
alcanza. Castigando el comercio, que es
empleo. Dos de cada diez ecuatorianos
trabajamos en el comercio. Al dejar de
vender, las arcas fiscales y los empleos sufren.
Si la inversión privada se
hubiera mantenido en el promedio de los siete primeros años de la dolarización
con relación al PIB, hubiera incrementado su inversión en alrededor de US$
20.851 millones de dólares; pero el Estado rechazó la importancia del sector
privado para crear riqueza. Prefirió depender
exclusivamente del alto y temporal precio del petróleo. Hoy deben explicar por qué el presupuesto
estatal es deficitario y no fomenta la productividad.
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