CUANDO LOS PÁJAROS DISPARAN
El artículo 275 de la
Constitución declara que el Estado planificará el desarrollo del país
promoviendo la concertación. Concertación implica acordar, pactar o convenir. La lógica determina que los servidores
públicos, como los define la Constitución, están para servirnos a quienes
pagamos sus sueldos: los ciudadanos. No
para imponer condiciones para dialogar con quienes deberían ser servidos.
Pero más allá de lo que
queramos los ciudadanos, el Estado ecuatoriano se ha convertido en el rey del
endeudamiento, hipotecando el futuro de nuestros descendientes en beneficio de
la burocracia. Los funcionarios públicos
han demostrado que poco les interesa el bienestar de los votantes. No están dispuestos a reducir el tamaño del
Estado obeso, porque no les conviene a ellos, a pesar de que esa negación nos
perjudica a todos; obligándonos a pagar más impuestos, evitando que podamos
reinvertir en los negocios y castigándonos con una mayor inflación. Y para eso están dispuestos a imponernos
salvaguardias, cupos y normas técnicas, que hoy ya han demostrado el daño que causa
a la economía.
Según Ulpiano, justicia es la
constante y perpetua voluntad de dar a cada quien lo que le corresponde. Existe un solo tipo de justicia. La justicia social de los comunistas es un
robo. Supone quitarle a quien ha
producido legítimamente, para entregarle los bienes a otro. No genera mayor creación de riqueza, porque
desmotiva a los individuos. Solamente se
puede repartir una vez. Los únicos que
siempre estarán bien en ese sistema serán los funcionarios públicos, que se
convertirán en los administradores de los bienes, arranchándoles la libertad a
los ciudadanos por las migajas que estén dispuestos a darles.
Para lograr sus objetivos
estarán dispuestos a contarnos falacias.
Por ejemplo: que importar es malo, cuando toda compra venta beneficia a
las partes. O que es necesaria la
soberanía monetaria, cuando esta no radica en el dinero. Los individuos buscamos monedas confiables
como el dólar. Las monedas volátiles afectan
la economía, pero la burocracia es feliz con ellas porque emite a discreción
para seguir gastando.
Es menester recordar a los
servidores públicos que son administradores temporales. En ningún caso pueden imponer condiciones
para dialogar con el pueblo soberano; reelegirse indefinidamente con
triquiñuelas ilegales o imponer modelos económicos que los favorezcan y que han
fracasado aquí y en todos los países que los quisieron aplicar. Anhelamos un modelo económico que ofrezca
oportunidades para que todos podamos prosperar, sin infringir libertades ni el
derecho de propiedad.
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