LA PROPUESTA
Las declaraciones del
presidente de la república serían revolucionarias si viviéramos en el
feudalismo de finales del siglo XV, pero
hoy, cuando no existen señores (cunas de oro) ni vasallos y tenemos que
trabajar todos los días para que nuestras familias prosperen, ese discurso no
tiene sentido. Incluso si alguien
llegara a heredar algo, lo cual es difícil, porque Ecuador se convirtió en un
país carísimo gracias a la revolución ciudadana, el heredero tendría que
continuar siendo productivo para sobrevivir a la competencia. De allí que las reformas para incrementar el
impuesto a la herencia y a la plusvalía no tenían sentido. Castigan el ahorro, desestimulan la economía
y gravan injustamente al contribuyente para mantener un gasto público elevado;
haciendo que los ecuatorianos pasemos a servir al Estado y no lo contrario.
Este tipo de propuestas son
dogmáticas. El marxismo no cree que la
familia es el núcleo de la sociedad. Según
ese movimiento, el Estado es quien se encarga de nuestros hijos. Tampoco admite la monogamia, sino la
poligamia. Padre y madre son libres de
estar con quien quieran. Por eso el
marxismo no comprende el beneficio de que nuestros hijos reciban la herencia.
Marx creía en la abolición del
sistema de propiedad burgués. El
Manifiesto Comunista propone el uso de los impuestos para financiar la compra y
distribución de los medios de producción a los trabajadores con el fin de que el
obrero pueda recibir lo estrictamente necesario para su existencia. Toda ganancia es inmoral. Como vemos, es la animadversión al derecho a
la propiedad privada de terceros la que los obliga a sugerir incrementar el
impuesto a la plusvalía y a restringir nuestra libertad para comprar lo que
queremos.
En la última cumbre de
negocios EU-CELAC realizada en Bruselas, el presidente no tocó el tema del
acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, a pesar de que era el mejor
foro para hacerlo. Pero sí citó varias veces al economista Thomas
Piketty, quien sostiene que para evitar un capitalismo patrimonial y la
desigualdad, son necesarios los impuestos progresivos y un impuesto sobre la
riqueza; lo cual augura más impuestos.
Analizando esto, comprendemos
las actuaciones de la revolución ciudadana.
Muestra a un presidente que no cree en el libre mercado y que más bien
se apega al Manifiesto Comunista y a lo
enunciado por Piketty. Para salvarnos, recomiendo
que nunca más se vuelvan a presentar los últimos proyectos de ley; fomentar el
libre comercio y derogar las reformas que promueven la inflexibilidad
laboral. Asimismo firmar acuerdos
comerciales para que se incremente la inversión y las exportaciones, mientras
se reduce el ingente gasto fiscal que tenemos que financiar con impuestos. El comunismo fracasó en todos los países que
lo implementaron.
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