EL FALSO MESÍAS Y LAS ENCÍCLICAS
El
sistema de mercado no es perfecto, pero a través de él se han conseguido los
mejores resultados en la lucha contra la pobreza. Cuando la gente deja de ser
pobre, como resultado de las fuentes de trabajo que algún empresario genera, se
solucionan los distintos problemas sociales, como la falta de educación, salud
y seguridad.
Resulta
incalculable el beneficio, en términos de crecimiento económico, productividad,
generación de empleo y reducción de pobreza que ha suscitado el sistema
operativo Windows inventado por Bill Gates. Pero además, en un ejercicio de su
libertad, el señor Gates ha constituido una fundación, que gracias a su trabajo
honesto, puede ayudar a causas humanitarias, mientras su empresa genera más
riqueza.
Warren
Buffet, conocido como el mejor inversionista de todos los tiempos ha donado a
la fundación Bill & Melinda Gates unos 37 mil millones de dólares, siendo
la donación individual más grande hecha en la historia de los Estados
Unidos. El Estado gringo no lo obligó a
redistribuir el dinero generado mediante su esfuerzo, porque es consciente de
que las empresas de Buffett contribuyen diariamente con los impuestos y empleos
que sus operaciones producen. Fue un
acto voluntario del tercer hombre más rico del mundo; con una fortuna estimada
en 72.700 millones de dólares. “Es una
buena forma de devolver a la sociedad lo que nos ha dado”, dice Buffett,
mientras su corporación sigue produciendo más dinero.
Eso
me recuerda la parábola de los talentos de Mateo 25:14-30 y la de Lucas
19:11-27, que nos exhortan a usar
nuestras capacidades al máximo. A
multiplicar lo que hemos recibido. A generar
beneficios y a producir.
Lo
que el socialismo del siglo XXI nos propone es que redistribuyamos la
riqueza. Sin crear más. Como el siervo de la parábola que enterró el
dinero y no lo invirtió. Los medios de
comunicación y las redes sociales ya nos han mostrado imágenes de cómo los
funcionarios oficialistas redistribuyen nuestros bienes. El eslogan podría ser “el que reparte se
queda con la mejor parte”.
Es
como que le dijéramos a Messi que su desempeño superior perjudica a los demás futbolistas y que por
lo tanto, la FIFA ha decidido ponerle unos plomos en las piernas para que meta
menos goles y sea solidario con los demás jugadores. Con ese tipo de razonamiento, perdemos todos.
Como
el oficialismo ahora apela a encíclicas para vender sus ideas comunistas (aprovechándose
de la venida del Papa), les recuerdo que
Dios es el único que juzga nuestros actos en la tierra. Hasta eso, tenemos libertad para actuar y
ningún burócrata tiene derecho a restringir una libertad que proviene del
derecho divino. Nuestros actos
terrenales están regulados por la declaración universal de los derechos humanos
o los diez mandamientos. Lo que
prefieran usar.
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