LIBRE COMPETENCIA
Hace unos días conversé con un
comerciante exitoso. Un joven
emprendedor acababa de salir de su oficina.
Le había propuesto que aporte monetariamente para iniciar una sociedad. Abrió un cajón de su escritorio y me lo
mostró. “El problema no es encontrar ideas” me dijo. “Este cajón está repleto de buenas
ideas. Lo difícil es ejecutarlas”. Se refería a que un país no puede entorpecer
la inversión de capitales para los emprendimientos, ni limitar a sus empresarios
a fomentar actividades económicas que un
grupo de burócratas desconectados con la realidad han determinado como la
matriz productiva. Eso liquida la
innovación. Pero además es la réplica
del modelo cepalino que fracasó en los años setenta. La falsa industria. Aquella que ensambla partes importadas y
fabrica poco. Queremos productos
técnicamente superiores a precios accesibles, no artículos caros que ofrecen
poca diversidad a los consumidores; como los que hoy se encuentran en las
jugueterías para Navidad. Si hubieran
aprendido de la historia, sabrían que ese modelo no prosperó. Cualquier niño de quinto grado también les
dirá que el comunismo fracasó en todos los países que lo implementaron. Asesinaron a la innovación y la productividad. Convirtieron a todos en pobres, excepto a los
funcionarios del gobierno.
Está claro que los países más
exitosos son especializados. Nosotros
tenemos la ventaja de haber logrado exportar productos agrícolas a mercados captados
tras muchos años de esfuerzo en convencerlos.
¿Por qué no podemos apuntalar las industrias y comercios que giran
alrededor de lo que ya hemos logrado? Los tecnócratas piensan que los clientes
se ganan promulgando leyes. Que lograr
que un consumidor compre nuestros productos es fácil. Tal vez por eso le quieren cobrar a una
empresa de telecomunicaciones una regalía por haber ganado el mayor porcentaje
del mercado. No ostenta una posición de
poder de mercado penada por la Ley de Poder de Mercado, sino que persuadió a
los usuarios para que compren sus servicios y productos compitiendo en buena
lid. La empresa estatal rival tiene una
banda 4G que el gobierno le cedió gratuitamente (una práctica que sí se define
como poder de mercado) y sin embargo, solamente el 4 % de los consumidores
prefiere contratar sus servicios; a pesar de ser la única que posee la
tecnología de comunicación más rápida. ¿A qué se debe eso? La empresa estatal
no logra convencer a casi nadie sobre su capacidad para ofrecer un buen
servicio.
Se castiga el éxito logrado con
trabajo honesto. Establecer
restricciones a las importaciones; poner topes salariales; limitar las
utilidades de los trabajadores y desmotivar las ventas son cortapisas a la riqueza. Exigen ganar menos. Castigan la productividad, premian la
mediocridad y fomentan la corrupción. Así
no vamos a ningún lado.
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