FIN DE AÑO
Mi abuelo, el doctor Alfonso
Martínez Aragón, me contaba lo que sentía a medida que pasaba el tiempo, como
una forma de prepararme ante la vida. Hace
algunos años logré entender su motivación y desde entonces, comparto la misma
práctica con mis hijos. En una de esas conversaciones,
recuerdo que me contó que sentía que su vida había transcurrido muy
rápido. Tenía ochenta y seis años de
edad y una biografía abundante en experiencias.
Para alguien como yo, que en esa época tenía treinta y un primaveras,
fue una declaración difícil de creer.
Pero hoy, a mis cuarenta y ocho,
veo cómo también la existencia terrenal se me escapa; mientras envejezco junto
a quienes han sido mis compañeros de viaje.
El tiempo se ha tornado un concepto relativo. En cuarenta años más tendré la edad en la que
mi amado abuelo falleció. No importa la
cantidad de ejercicio que haga o cuánto tiempo esté despierto, la vida se me
va.
Así llego al final del año
2014. Junto con las reflexiones de aquellos
ancestros que cuidan mis pasos. Con la
certeza de que mi familia es lo más importante y que debo esforzarme por hacer
lo mejor por quienes me rodean.
Compartiendo mi experiencia con los más jóvenes para tratar de lograr un
mundo mejor. Mezclando sus ideas con las
mías. Aprendiendo de mis errores. Tratando de defender la libertad, para que
vivamos una vida plena. Buscando fomentar
la competitividad.
Por todo eso, agradezco que
haya leído mi columna durante el año que fenece. Esta interacción es un nexo especial que conecta
nuestros espíritus. Enfrentemos el 2015 con la mejor de las
energías. Le deseo unas felices fiestas
y un afortunado año nuevo en compañía de las personas que más quiere. Salud, paz, amor y dinero es lo que anhelo
para todos.
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