LA AVENTURA DE TURQUÍA Y ECUADOR
No esperaba mucho de Turquía,
pero me cautivó. Después de atracar en
al puerto de Kusadasi, negociamos con un taxista e iniciamos el recorrido de un
día. El clima frío ahuyenta a los demás turistas de todo el mundo. No hicimos fila en lugares donde acuden un
promedio de diez mil visitantes diarios.
Comenzamos por donde se presume vivió la Virgen María. Una capilla bizantina del siglo XIII. Según el carbón encontrado en partes del
asentamiento, los restos datan del siglo I.
La tradición afirma que Juan El Evangelista llevó a la Virgen María a
este lugar después de la crucifixión de Cristo, huyendo de la persecución de Jerusalén. Es un sitio rodeado de árboles en lo alto de
una montaña. Un escondite que insta a orar.
Posteriormente nos dirigimos a
Éfeso. La joya de la corona de la arqueología
turca. Colonos atenienses la fundaron en
el siglo XI A.C.; aunque una leyenda la atribuye a las Amazonas. A finales del siglo I A.C. se convirtió en
uno de los principales puertos del Mar Egeo.
En tiempos de César fue la capital de Asia Romana, pero a medida que los
sedimentos se acumularon en el puerto, la ciudad entró en decadencia y
finalmente fue abandonada. En ella
pudimos admirar el templo de Artemisa, considerado una de las siete maravillas
del mundo antiguo; la biblioteca de Celso, uno de los escasas muestras de una
biblioteca de la antigua Roma; el teatro, con capacidad para veinticinco mil espectadores;
el estadio, con una pista de 217 metros donde se celebraron carreras y luchas
de gladiadores ante setenta mil personas; las viviendas de los ricos con su
hermosa decoración; y, la avenida de mármol, entre otras ruinas. Todo esto ha sido preservado adecuadamente
por los turcos. Incluso los restos
tienen réplicas de ciertas cosas que reposan en diversos museos de Turquía e
Inglaterra. Éfeso asombra porque sus
ruinas parecieran mejor conservadas que la Acrópolis de Atenas. En eso radica la importancia de que un país
tenga un plan de turismo integral para proteger los paisajes, centros
religiosos, culturales, políticos y comerciales de cada lugar en los que se
promueve el turismo receptivo.
No quisiera dejar de
recomendar a Kusadasi. Un puerto y
balneario con setenta mil habitantes, que durante la temporada alta llega a
tener un millón de visitantes. Tiene
hoteles maravillosos junto a un mar apacible.
Se pueden recorrer tiendas y restaurantes con un paisaje que jamás le
permitirá olvidar la experiencia. Cada
país tiene sus atractivos especiales.
Ecuador es un jugador importante en ese sentido. Lo
vital es organizar la captación del turista sin afectar nuestras tradiciones ni
los recursos que promovemos.
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