LA FELICIDAD

Muchas personas de la generación de mi abuelo y la de mis padres  compraron su casa gracias a  los préstamos hipotecarios del IESS.  Hoy, una tercera generación de ecuatorianos está cumpliendo su derecho a tener vivienda propia mediante los préstamos del BIESS.  Aplaudimos los logros de sus directivos en la consecución de estos fines y en la implementación de medios electrónicos para agilitar procesos.  Cuando vemos que las cosas avanzan, los ecuatorianos no tenemos inconveniente en pagar nuestros aportes al IESS.  Porque no lo percibimos como dinero malgastado para mantener una institución monopólica; sino como una inversión que nos permite adquirir una vivienda con mejores tasas y plazos de financiamiento.  Lo cierto es que a los de la izquierda y a los de la derecha nos gusta incrementar nuestro patrimonio.   Es parte de la naturaleza humana.

También satisface observar que los hospitales privados estén ocupados por pacientes afiliados al IESS.  Es extraordinario que los trabajadores ecuatorianos tengan acceso a la mejor atención médica posible.  Eso hace que los capitalistas inviertan en ese sector y se construyan más hospitales, generando nuevas plazas de empleo.  El  Estado no ha sido bueno administrando los hospitales públicos.  Son injustificables las muertes de recién nacidas como Yoilet Guale. De hermanos ecuatorianos. ¿Qué tipo de nación soporta ese tipo de negligencias, que por su gravedad se convierten en delitos que deberían ser perseguidos de oficio por la justicia? Es menester preguntarnos como sociedad qué es lo que queremos y hacia dónde vamos.   La felicidad no es un pasatiempo.  Su  búsqueda no es trivial, sino fundamental para el ser humano.  Ser propietario de una vivienda o saber que nuestra familia tiene acceso a la mejor atención médica disponible, nos permite vivir en paz.  Las instituciones públicas siempre deberían invertir nuestros recursos eficientemente.  Como en los dos ejemplos mencionados. 

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