EL CUENTO DE LA INDIGNACIÓN
Conocí un país en el que sus gobernantes se encontraban interesados en la degeneración de la clase empresarial. Un Estado cuya fuerza radicaba en mantener al trabajador en una situación de constante necesidad e impotencia, para someterlo a su voluntad, sin que pueda encontrar nunca a su alrededor, poder ni energía para volverse contra quienes estaban en el poder. El gobierno de esa nación, gestó una crisis económica financiada con los ingresos monopólicos que percibía, gracias al elevado precio del petróleo. Echaba masas a las calles. Felices de precipitarse contra todos aquellos que aprendieron a odiar gracias a la propaganda oficial. Vertieron su sangre y les arrebataron sus bienes. A los autores y cómplices que fomentaron esto no les hicieron daño, porque conocían el momento del ataque y tomaron las medidas necesarias para proteger sus intereses.
Desarmaron a la población. Solamente los funcionarios públicos adeptos al régimen contaban con protección. A los demás ciudadanos les habían prohibido portar armas. Declararon que era malo para el alma. Los criminales y los terroristas eran dichosos. A ningún criminal le agrada que alguien saque una pistola y dispare durante la ejecución de un delito. Una población desarmada implica crímenes fáciles. El gobierno se encargó de tener bajo su mando a las Fuerzas Armadas y a la Policía. Los pobladores se encontraban indefensos. No lo supieron, hasta que fueron a buscarlos.
La lógica del Presidente afirmaba, por ejemplo, que los automóviles onerosos, de mejor tecnología, contaminaban más que un taxi obsoleto. Se fomentó el atraso. Nadie aspiraba a progresar con esfuerzo, porque el Estado desmotivaba el emprendimiento. Ninguno reclamó por la ineficiencia de las empresas públicas; que suministraban servicios con costos injustificadamente elevados. El cuento perduró mientras hubo bonanza en el erario. Al final, el Presidente fue el único que se transportaba en vehículos de lujo. Los empresarios migraron hacia países que abrieron sus brazos para recibirlos y el mandatario se transformó en propietario de todo. Incluyendo la vida de los habitantes que quedaron atrapados en ese triste país en el que una persona dictamina qué es bueno o malo.
buena bambi... sera que nos toca salir o seguimos luchando?
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