LO QUE TENEMOS

Sigo de cerca la política colombiana y encuentro líderes preparados  para dirigir los destinos del país desde diversos puestos públicos.  Simultáneamente observo a los políticos ecuatorianos y me pregunto quién en su sano juicio dejaría la administración de su empresa y el calor de su familia para recorrer lugares recónditos del Ecuador para hacerse conocer.  Dispuesto a recibir ofensas de conocidos y desconocidos, mientras sus cuentas bancarias son inspeccionadas o le descubren  afiliaciones a grupos subversivos sospechosos como clubes sociales o comisariatos.    A conseguir veinte millones de dólares para que su imagen alcance a ser reconocida por tan solo un diez por ciento del electorado.  Es difícil hallar a una persona con sentido común que actúe con esa lógica.  Por esos motivos estamos saturados, salvo honrosas excepciones, de funcionarios públicos elegidos o no por elección popular, que se lanzaron a esa aventura porque no tenían nada que perder.   Gente que no tenía otra opción.  Un hecho que nos hace comprender por qué se cometen errores garrafales como congelar las relaciones con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial. Sería bueno tener un equipo de individuos exitosos en diversos puestos del Gobierno, la Asamblea y la Función Judicial que orienten al Ecuador hacia la producción.  Como ha sucedido en Colombia, Perú y Chile.  Pero hemos convertido eso en un  imposible.  Se incentiva un sistema de escrutinio invasivo y tramposo que solamente admite a  oportunistas preaprobados.  No existe una verdadera meritocracia, ni la opción de disentir.  Eso aleja a las personas con experiencia en el liderazgo, que aspiran a servir a su país, para quedarnos con los gobernantes que tenemos.  En ese sentido, estamos perfectamente representados.

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