EL DELITO DE OPINAR
Ya casi no existen programas de opinión porque el Gobierno libra una batalla para monopolizar las ideas. Este artículo, por ejemplo, no pretende tener la verdad absoluta, pero sí la oportunidad de expresar una opinión. De generar un debate que permita a la sociedad decidir lo mejor para lograr el bien común. Pero los oficialistas afirman que es necesario controlar el contenido de los medios. Alegan que los medios de comunicación no pueden difundir mentiras con impunidad y que por ese motivo se deben crear organismos de control y prohibiciones. Lo que no dicen es que la legislación vigente impide a cualquier persona injuriar a otra, al punto que el Presidente ha ejercido su derecho de demandar mediante acciones civiles y penales a quienes él considera lo han deshonrado. Cualquier persona que expresa su opinión está sujeta a eso, debido a que hoy la injuria es un delito penal en el Ecuador. Algo que en otras legislaciones es solamente un delito civil, porque se estima que la prisión no es un castigo proporcional a la ofensa proferida. Los países desarrollados consideran que una indemnización de daños y perjuicios es compensación suficiente para el ofendido.
Una enseñanza del budismo afirma que lo peor que le puedes hacer a tu espíritu es decirle a otra persona que profesa la fe equivocada. Es importante respetar las creencias que le permiten a cada uno alcanzar la felicidad, aunque no compartamos su convicción. Tendemos a categorizar a las personas en buenas o malas según nuestros principios particulares. No buscamos similitudes, sino diferencias con otros seres humanos. Si nos limitamos a un dogma, nos cerramos a las enseñanzas positivas que podamos recibir de otras filosofías. Eso le ocurre a los fanáticos. Y es por causa de los exaltados y los vagos principios con los que se exaltan, que se hacen guerras y revoluciones. Tomemos en consideración todas estas observaciones cuando nos pregunten en la consulta si estamos de acuerdo en que se dicte una Ley de Comunicación que engendre un Consejo de Regulación que norme la difusión de contenidos en la televisión, radio y publicaciones de prensa escrita. Prefiero tener la libertad de elegir lo que veo y lo que escucho a que algún sabelotodo parcializado decida por mí, como sucede en el triste caso de Cuba.
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