EL ORDEN
La izquierda regional se encuentra organizada. Su trabajo es sembrar el caos, impedir la
producción. Mientras tanto, la derecha
se encuentra ocupada trabajando. Sin
tiempo para salir a la calle u organizarse para manifestarse en contra de
quienes atentan contra el orden público.
El orden público consiste en el respeto a reglas
básicas de convivencia, facultad de hacer lo que no está prohibido por la ley y
la obligación de atenerse a este, aceptando, entre otras cosas, sus prohibiciones y restricciones. Rebasar esos límites implica cometer delitos,
y en la primera quincena de octubre se perpetraron varios por parte de los
líderes de las protestas y sus seguidores.
Han quedado plenamente expuestos y quienes deben ser
sancionados por la justicia ordinaria.
En algunos casos, se está avanzando y en otros no.
Las personas que sufrieron las consecuencias de los
actos vandálicos tienen el deber cívico de presentar las respectivas denuncias
y los terceros de colaborar con las investigaciones. El no hacer esto, implica que ante la falta
de sanción, se les dé carta blanca a estos delincuentes para que vuelvan a
consumar estos delitos en el futuro.
Los comunicados de la CONAIE muestran un completo
irrespeto al orden jurídico. Antes
pensaba que querían un Estado dentro del Estado, pero sus declaraciones muestran
que aspiran a imponer su cosmovisión a las demás etnias que habitan en el país.
Aquí no hubo violaciones a los derechos humanos. Ciertos manifestantes no respetaron los
derechos de los demás y lo que se debió haber hecho fue hacer obedecer la ley
mediante la fuerza pública, que en este caso, solamente se defendió, por orden
del poder ejecutivo.
Quienes actúan con violencia deben estar dispuestos a
ser repelidos con violencia por la fuerza pública. Y también a ir a la cárcel por infringir las
leyes vigentes.
La izquierda detesta a León Febres Cordero porque
aplicó estos preceptos. Evitó que
quienes quebrantaron la ley sigan asesinando y secuestrando a las personas sin
respetar sus derechos. Sin embargo,
estos criminales sí exigen que se respeten sus derechos humanos. Otros países de la región no hicieron eso en
los años ochenta y sus territorios terminaron controlados por los guerrilleros
y narcotraficantes, que al final, son lo mismo.
No creo que queramos un Estado fallido controlado por la delincuencia,
alegando la carta del indigenismo o cualquier otro pretexto para obtener el
poder por la fuerza.
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