EL PAQUETAZO ADUANERO
Durante la última década, el socialismo del siglo XXI
se jactó de haber incrementado las recaudaciones y mejorado la infraestructura
del Servicio Nacional de Aduana del Ecuador (SENAE). No obstante esos cacareos, el actual director
general de la aduana desmiente ese logro y declara que se han generado dos mil
millones de dólares en defraudaciones aduaneras en el mismo lapso.
Es deber de las instituciones
de control públicas puntualizar quiénes son los malos actores del comercio y
sancionarlos. No se pueden realizar
afirmaciones generalizadas que comprometen la integridad moral de los
importadores cumplidores de la
legislación. Tampoco hay que perder de
vista los principios de buena fe y presunción de inocencia, así como la
necesidad de facilitar el comercio y eliminar trabas.
Esgrimir que el 70 % de los
importadores realizan doble facturación o doble contabilidad, son acusaciones graves
que deben probarse documental, pericial o testimonialmente. No pueden basarse simplemente en conjeturas
de un ente de control público. Eso es
peligroso y no promueve un ecosistema de negocios basado en la seguridad
jurídica que requerimos para atraer la inversión y el empleo adecuado.
La técnica jurídica determina
que las tasas se cobran a cambio de una contraprestación y se deben limitar al
coste aproximado de los servicios prestados.
Por ejemplo: cuando un conductor desea usar una autopista. En el caso de la tasa de servicio de control
aduanero, la aduana ha decidido cobrar por cumplir con su obligación: combatir
el contrabando.
El contrabando se desmotiva
con menores tributos, evitando las restricciones comerciales, reduciendo la
tramitología, controlando la corrupción y administrando la cosa pública
eficientemente. Lo contrario encarece
tanto los productos que las personas que los necesitan acuden a comprarlos en
la ilegalidad. Ya constatamos que, gracias a las salvaguardias, los padres de
familia tuvieron que viajar a Colombia y a Perú a comprar útiles escolares
porque costaban la cuarta parte del precio final en Ecuador. Lo ideal es que los precios se mantengan a un
nivel en el que los consumidores pueda adquirirlos formal y fácilmente.
Las naciones que fomentan en
el libre comercio son las más prósperas.
La historia y los índices comparativos con otros países así lo
expresan. No es mi opinión. Son hechos.
El Estado recaudará más si facilita el intercambio comercial con reglas
claras y seguridad jurídica. Haciendo lo
contrario, perdemos todos.
La falta de transparencia en
la forma de cobro de la tasa dificulta el comercio, porque más allá de ser
inconstitucional, evita que los importadores conozcan el valor final a pagar
por las obligaciones tributarias aduaneras (la tasa se paga por gramos usando
un cálculo complejo); incrementa los precios finales, reduciendo el número de
compraventas y por ende, el crecimiento económico.
Ese es el camino incorrecto. Cobrar tasas de este tipo, que no son
avaladas por la Organización Mundial del Comercio puede atraerle al Ecuador inconvenientes
con los países con los que tenemos relaciones comerciales; además de aumentar
el costo de la importación de los bienes de capital y materias primas que se requieren
para producir.
La Aduana mantenía un
subcomité de lucha contra el contrabando y la defraudación que en esta Administración
no ha tenido nuevas convocatorias. Esta iniciativa permitía a los actores
privados tener un canal directo para presentar denuncias y dar seguimiento a
las acciones de control. Debería
reestablecerse este trabajo, pues los principales interesados en que se declare
y cancele lo justo son las empresas que cumplen todas sus obligaciones. Eso es lo correcto, no cobrar una tasa a lo
bestia.
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