LA VERDAD SOBRE LA FARSA
El socialismo del siglo XXI es
un animal contradictorio. Según sus
defensores, las leyes laborales que promulga son para proteger a los
trabajadores, pero esa legislación ha arrasado con los empleos y la posibilidad
de su crecimiento. Solamente en el año 2016,
243.816 personas quedaron sin empleo pleno o formal. Es irónico que el candidato oficialista
ofrezca crear 250.000 empleos anuales, cuando el régimen hace lo contrario.
Los medios públicos incautados
y los trolls dicen que el desempleo se mantiene en el 5.2%. Alegan que es la tasa de desempleo más baja
de la región. Lo que no comentan es que
esa tasa es baja porque casi todas la personas sin empleo pleno son
categorizadas como subempleadas, no como desempleadas. Tampoco recuerdan que el desempleo en el año
2007 era del 5 %, lo que significa que hemos empeorado en esa materia.
En una rectificación
solicitada por el INEC al diario El Universo, en su edición del 23 de enero,
aducen que “si bien es cierto que una parte (de los habitantes) ingresó (al
subempleo) del empleo pleno, la mayor proporción provino del crecimiento de la
población económicamente activa (PEA) en 375.493 personas el año
anterior”. La PEA es el grupo de la
población que tiene capacidad para trabajar.
La realidad es que la PEA con
empleo adecuado pasó del 46.5, % en diciembre del 2015, al 41.2 %, en diciembre
del 2016. Esta cifra es la segunda más
baja de la última década. Lo cual significa
que porcentualmente existen cada vez menos personas con empleo pleno dentro del
conjunto de las personas que se encuentran en el mercado laboral.
El precio actual del petróleo
no es un mal precio. Lo que sucede es
que el socialismo del siglo XXI ha incrementado, por su ineficiencia, el costo
de producción y ha fomentado el crecimiento de un Estado que gasta más de lo
que le ingresa. Gobiernos del pasado subsistieron
con precios inferiores, pero promovieron la competitividad y la productividad
para que el sector privado genere tributos.
Los socialistas se han dedicado a crear nuevas obligaciones tributarias
y a incrementar el tamaño del Estado, mientras juegan a ser empresarios con
compañías incautadas y públicas que pierden decenas de millones de dólares
gracias a una nefasta administración de nuestro dinero.
Esa es la causa por la que la
contabilidad nacional oculta cifras.
Para que no podamos analizar los indicadores reales de la administración
pública. Algo, que por decir lo menos,
no es transparente. Un administrador
debe rendir cuentas con veracidad. Lo
contrario es doloso.
Todo esto ha presionado a que
las empresas privadas funcionen con lo mínimo indispensable para sobrevivir,
produciendo desempleo y una menor recaudación tributaria. Ya se liquidaron las compañías que no
aplicaron esa fórmula. Vamos por el
trágico camino de Venezuela y Cuba. La
economía no soportaría cuatro años más del mismo modelo, peor si piensan
radicalizarse para evitar responder ante la justicia por tanta presunta
corrupción que la función judicial no indaga diligentemente. Mientras tanto,
pareciera que los moradores de los cementerios, van a votar unánimemente por
Lenin Moreno.
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