BREXIT: LATER MATES
Pareciera un divorcio complejo,
en el que los líderes de las veintisiete naciones de la Unión Europea le han
asegurado al Primer Ministro inglés, David Cameron, que después de los
resultados del referéndum, Gran Bretaña no tendrá acceso al mercado de la Unión
Europea (UE). Una señal de lo que pasará
con aquellos otros países de la comunidad que declararon que quisieran seguir
el mismo camino.
Cameron nunca se imaginó que éste
sería el resultado del referéndum. Gana
la salida con solamente un 51.9% de los votos, provenientes, en su mayoría, de
personas desde los cincuenta años de edad hacia arriba. Los jóvenes ingleses se encuentran en una
situación complicada. Perdieron el
derecho de vivir y trabajar en los otros veintisiete países que conforman la
UE. El futuro fue decidido por personas
que no estarán para ver las consecuencias.
Los mayores de cincuenta años
votaron a favor del Brexit como una forma de protesta contra la oleada
migratoria, los banqueros de la ciudad de Londres y las instituciones
europeas. En ese orden. Una forma de lucha de clases. Pensaron que la salida perjudicaba solamente
a los ricos y como siempre que alguien razona así, pierden los pobres.
El problema de la migración se
detiene solucionando la crisis humanitaria causada por la guerra de Siria. El exceso de gasto: obligando a la burocracia
europea a reducirlo y disminuyendo los desembolsos a países endeudados, que la
UE ha tenido que solventar con los
impuestos de los países que sí se han preocupado por lograr un modelo económico
sustentable.
Existen varias consecuencias. Tres millones de ingleses que trabajan en los
países que conforman la Unión Europea tendrán inconvenientes con su visa. El Fondo Monetario Internacional estima que
la salida de la Unión Europea le costaría a Gran Bretaña entre el 1.5 % y 9.5%
del Producto Interno Bruto; pérdidas fiscales; erosión de Londres como centro
financiero global; caídas de precios en el sector inmobiliario y perder el
mercado de la UE.
Todo esto nos deja varios
mensajes. El primero: la Unión Europea
no se anda con rodeos. Ya le dijeron al
Ecuador que no existía plan b para negociar de la firma del acuerdo de comercio,
es decir, no se pueden aplicar salvaguardias, ni timbres cambiarios. Fueron transparentes y esperan reciprocidad
con el mercado que sería su futuro socio comercial. Sin embargo, insistimos en tratar de verles
la cara prorrogando las salvaguardias como una medida recaudatoria para cubrir
el exceso de gasto público improductivo, en lugar de controlarlo. Los europeos no son tontos y tienen
diplomáticos que reportan desde el Ecuador.
Al no eliminar las salvaguardias, el gobierno le hace un flaco favor a
sus propios ministros, que se esfuerzan por firmar el acuerdo, porque saben la
catástrofe económica que sería no firmarlo hasta antes del treinta y uno de
diciembre. Más allá de que nos han
convertido en el país dolarizado más caro del mundo.
Los gobiernos deben
convertirse en facilitadores del comercio y en apoyo de su población. No se puede, por razones ideológicas,
sacrificar el presente y el futuro de una nación. David Cameron anuncia su renuncia porque promovió
que Gran Bretaña se quede en la UE y el resultado del referéndum significa que
gobernaría en condiciones adversas a sus creencias. Boris Johnson, político conservador que con
su retórica populista impulsó el Brexit, descarta tras los resultados, la
posibilidad de ejercer al puesto de Primer Ministro por considerarse incapaz de
gobernar. El daño está hecho. Sufrirá la
calidad de vida de los británicos, que ya parecieran arrepentidos de ir
contracorriente en un mundo globalizado.
No creamos en cantos de sirena. Analicemos
los hechos y votemos por quien nos proponga un modelo económico que ofrezca crecimiento,
sin envidiar al prójimo. Son las moralejas que nos deja el Brexit.
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