LOS LIBROS ME MODELARON

El Internet está transformando nuestra cultura.  Se ha convertido en una prolongación de nuestro cerebro.  Aquella “inteligencia artificial” que evita que usemos nuestra memoria.  Cada vez menos personas están dispuestas a leer porque pueden encontrar resúmenes de los libros en Internet.  Estamos perdiendo la capacidad de prestar atención por un tiempo prolongado.  Nos hemos acostumbrado a saltar de un sitio de Internet a otro, incapacitándonos a enfocarnos en leer un buen libro. 
La “democratización” de todas las cosas ha elevado lo banal al ámbito cultural.  La literatura es fundamental para acercar nuestras vivencias como seres humanos, alertarnos ante la realidad histórica que vivimos y evitar que los poderes constituidos manipulen la verdad.  Si nos interesa más lo divertido, hemos perdido el rumbo como sociedad.  No es solidario evitar informarnos  sobre lo que ocurre en ciertos lugares del planeta donde se violan los derechos humanos de hombres y mujeres, para concentrarnos en lo que las Kardashians  hacen con su vida.  Los regímenes totalitarios le temen a la buena literatura y al periodismo sagaz.  Los consideran peligrosos para su permanencia en el poder.  Por ejemplo: no es posible aceptar que ciertos gobiernos quebranten principios constitucionales de justicia para que funcionarios administrativos se conviertan en jueces de los medios de comunicación, infringiendo normas del debido proceso.
En los libros aprendí que el mundo es imperfecto.  Si continuamos elevando la literatura “light” o “popular” a la categoría de best sellers, será más difícil contener la injusticia del mundo.  Nunca más podrá caer un Muro de Berlín sin disparos.  La literatura y el periodismo concientizan.  Nos obligan a abrir los ojos.  Contagian disgusto por los delitos y entusiasmo por los ideales.  La palabra escrita supera a las imágenes en el análisis de los problemas.  Es más profunda en la descripción de la realidad.  El televidente es un mero espectador en el que el mundo se transfigura en reality show.  Es la sociedad letárgica que las dictaduras aspiran a implantar.  Medios de comunicación privados como Vanguardia no pueden subsistir si los anunciantes temen publicitarse en ellos.  Los beneficiarios no podemos renunciar a la cultura de la libertad.
 

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