LOS NEGOCIOS DEL GOBIERNO
La liquidación del personal
de la incautada Maxigraf hace reflexionar sobre el tipo de administración que
ejerce el sector público. Hasta el
ejercicio fiscal del 2007, antes de la incautación, el SRI revela que la
empresa pagó US$ 129.595,33 por concepto de Impuesto a la Renta. Desde ese año en adelante, cuando el gobierno
se encargó de la empresa pagó un total de US$ 52.732,14 en el año 2.010. Los demás años tributó cero Impuesto a la
Renta. No se conoce el Impuesto a la Renta
causado en el año 2.012, pero seguramente será también cero.
El Estado está acostumbrado
a los monopolios. Los servicios del
gobierno siempre tendrán un costo superior, precio más alto y la peor calidad del
mercado. La empresa privada genera
utilidad eliminando la mayor cantidad de costos posibles. El gobierno nunca quebrará o sufrirá
pérdidas. No necesita cortar costos,
protegerse de la competencia o de las pérdidas.
Si eso sucediera, solamente tendría que elevar los precios, afectando a
los consumidores que sufren el monopolio.
Una empresa pública nunca podrá manejarse como un negocio porque su
capital depende de los contribuyentes. Si
ninguno de los administradores es propietario, no existe motivación para que empresas
como Maxigraf puedan ofrecer utilidades en manos del gobierno.
Uno de los motivos por los
que las empresas privadas son modelos de eficiencia es porque el libre mercado
establece los precios. La respectiva gerencia
calcula los costos y cuál debería ser la utilidad para evitar pérdidas y mantenerse
competitiva. La planeación central no puede
determinar precios mínimos ni costos.
Por eso es que en Venezuela no existen en percha aquellos productos a los
que el gobierno ha asignado un precio oficial.
Un decreto no puede establecer la realidad de los costos de producción. Cuando se promulga legislación de ese tipo,
los empresarios no producen. Nadie es
tan tonto como para perder. Los países
de Europa Oriental se movieron rápidamente de la planeación central al libre
mercado por ese motivo. Todo servicio
público siempre será mejor administrado por una empresa privada que tiene la
obligación de lucrar. Los socios han invertido
su dinero con ese fin. Delegar los
servicios públicos a compañías privadas permite la reducción del tamaño del
Estado. Además elimina la agobiante
cantidad de impuestos y trámites sin sentido que nos aquejan. El secreto es negociar bien los contratos con
los concesionarios; conseguir al mejor oferente para el servicio público a
concesionar y castigar la corrupción de los funcionarios públicos con todo el
rigor de la Ley.
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