EL PAPA ES ARGENTINO, PERO DIOS ES BRASILEÑO

Un papa argentino ofrece esperanza al mundo.  Su elección representa una estrategia inteligente, porque los católicos nos concentramos en Europa y en América.  Brasil es el país con mayor densidad: 139.5 millones de profesantes.  De allí que  Francisco haya anunciado su viaje a esa nación para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud.  Todo un reto, porque el 74 % de los brasileños apoya al sucesor de Pedro, pero exige cambios de fondo.  Una encuesta reciente revela que solicitan al pontífice que acepte el uso de métodos anticonceptivos y que sancione con mayor rigor los casos de pedofilia.  También piden eliminar el celibato; que las mujeres puedan ordenarse sacerdotes y que la postura de la Iglesia sea más favorable al divorcio.  Más del cincuenta por ciento de los encuestados brasileños aplaude la posición de condena al aborto y el casamiento entre homosexuales.   Una muestra que refleja lo que la mayoría de católicos piensa en el siglo XXI. 
 
El papa ha mostrado un carisma superior al de su antecesor.  Benedicto XVI era un alemán en su comportamiento, pero además un estudioso con poca inclinación a las relaciones interpersonales.  Un hombre con méritos indiscutibles, que logró cambios estructurales poco difundidos fuera de la Iglesia.  Su edad representaba un obstáculo para enfrentar el desafío que tiene una institución de dos mil años para sustentar una humanidad justa y unida.
Francisco ha demostrado en sus actos humildad y don de pastor.  En contraste, la presidente de la Argentina, asistió a la entrevista con el pontífice en jet privado, dilapidó 2.180 euros diarios a cuenta de los argentinos y tuvo el mal gusto de solicitar su intermediación para establecer un dialogo sobre las Malvinas entre los gobiernos de Gran Bretaña y su país.  Dos argentinos que reflejan su forma de pensar con acciones. 

 

 

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