EL SECTOR PÚBLICO
No cuestionamos ciertas
cosas. Los gobiernos a través de la
educación y la propaganda nos han programado para aceptar el suministro público
de servicios esenciales como la seguridad (fuerzas armadas, policía y sistema
judicial), bomberos, calles y carreteros, agua potable, red de alcantarillado,
sistema de recolección de basura, correo, seguridad social (pensiones, salud),
etcétera. Todos estos servicios podrían
ser provistos directamente por empresas privadas o mediante concesiones. El libre mercado obliga a competir y el
sector privado siempre hará un mejor trabajo que el monopolio al que nos
someten los gobiernos.
La izquierda preguntará cómo
los pobres pagarían por estos servicios.
Respondo con otra pregunta: ¿cómo pagan los pobres por cualquier bien que obtienen? La
diferencia es que tenemos la certeza que el mercado libre puede proveer estos
bienes y servicios en forma más económica, con mayor abundancia y calidad que
el monopolio estatal. Todos nos
beneficiaríamos. Especialmente los
pobres. Además, se reduciría la carga
impositiva que pesa sobre nuestros hombros para financiar estas y otras
actividades. Un ejemplo es la concesión a
TAGSA para la administración del aeropuerto de Guayaquil. Su operación ha sido premiada como la mejor en
su categoría a nivel mundial por la calidad y precio de los servicios ofrecidos.
El Municipio de Guayaquil ha demostrado
que las concesiones contratadas inteligentemente con empresas privadas
representan el éxito del modelo de desarrollo de la ciudad a un bajo costo para
el contribuyente. Las compañías que
fracasan, pueden ser reemplazadas por
nuevas dispuestas a competir.
En el mercado libre, el
consumidor es el rey. Las empresas privadas
necesitan generar utilidades y evitar pérdidas.
Tienen que servir al cliente eficientemente y al menor costo
posible. En la operación del gobierno no
existe relación entre el pago y servicio.
El gobierno no recibe sus ingresos por servir con excelencia al
consumidor o por las compras que este realiza sobre el costo de la
operación. Sus ingresos provienen de los
impuestos del sufrido contribuyente. Por
eso es que la operación pública es ineficiente, con costos elevados. Los gobiernos no se preocupan por la
insolvencia. Si el gobierno requiere más
dinero, incrementa los tributos, desmotivando la producción y el empleo. Los usuarios somos tratados como intrusos. Consumidores de los recursos estatales y una
interferencia a la apacible vida del burócrata.
Existen honrosas excepciones a estos comentarios en los servicios
provistos por el gobierno central. Casos
como el BIESS y Correos del Ecuador.
Pero representan eso: excepciones a la regla general.
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