DESDOLARIZACIÓN
En
la ponencia “Ecuador: De Absurdas Dolarizaciones a Uniones Monetarias” dictada
en la Universidad Andina Simón Bolívar en julio del 2004, el economista Rafael
Correa explicó que “La primera etapa (de la desdolarización) estaría orientada
básicamente a disminuir la vulnerabilidad del sector bancario y la probabilidad
de una crisis de Balanza de Pagos, para lo cual se requeriría la obtención de
grandes reservas de divisas -fondos de liquidez- por medio del apoyo de
organismos internacionales y/o ventas anticipadas de petróleo, para respaldar
al sistema bancario y resistir cualquier corrida de capitales. Simultáneamente,
se requeriría la imposición de controles temporales a la movilidad de capitales,
con el fin de tratar de minimizar la salida de capitales especulativos que la
introducción de una moneda nacional generaría. Finalmente, sería altamente
deseable una adecuada renegociación de la deuda externa, que reduzca la presión
en el sector externo, para todo lo cual también se requeriría de un decidido
apoyo internacional”. El proceso comenzó
con el gobierno de la revolución ciudadana.
Ya se han realizado varias ventas anticipadas de petróleo a China sin
que el oficialismo haya transparentado las condiciones del convenio. En diciembre del 2007 el presidente creó el Impuesto a la
Salida de Divisas y en el 2008 Correa incurrió en una mora técnica en la que el
gobierno ecuatoriano dejó en suspenso el pago de 30.6 millones de dólares por
concepto de intereses de los Bonos Global 2012.
Mientras
el país fue aturdido con el melodrama de Assange, el Banco Central aprobó el 11
de julio la Resolución 29, que fue publicada en el Registro Oficial el 27 del
mismo mes. En ella se establece que
todos los giros del exterior a través del sistema financiero o las empresas
dedicadas a traer remesas tendrán que pasar en su totalidad por el Central e
ingresar al país. Para eliminar el
suspenso, transcribo algunos párrafos de la disertación del economista Correa:
“En una segunda etapa, se introduciría la nueva moneda nacional y se iniciaría
un período de bimonetarismo con paridad fija, tal como la convertibilidad
argentina. Para ello, se requerirían de controles temporales en el sistema
cambiario como una medida necesaria para garantizar la paridad de la nueva
moneda. En esta etapa, los desafíos fundamentales serían la generación de
demanda para la nueva moneda como medio de pago, así como la sistemática
desdolarización financiera de la economía, lo cual implicaría generar demanda
de la nueva moneda como reserva de valor y generalizar su utilización como
unidad de cuenta y patrón de pagos diferidos. Para todo ello se requeriría de
una compleja red de estímulos y reformas institucionales por parte del Estado,
de tal forma que se induzca a los agentes económicos a utilizar la nueva moneda
nacional. Finalmente, en una tercera etapa, y una vez desdolarizada en la
medida de lo posible la economía, se requeriría de una depreciación de la
moneda nacional que corrija la distorsión de precios relativos y que permita
emprender nuevamente una política monetaria autónoma y soberana.”
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