LA UNIVERSIDAD ECUATORIANA
Según la Constitución vigente, la educación es uno de los deberes primordiales del Estado y un ámbito del sistema del Buen Vivir. Seguramente casi todos los coincidimos. Por eso es fundamental que los programas académicos se orienten a un adecuado desarrollo de la vida profesional. Según estudios de Thomas J. Stanley, la mayoría de los millonarios de los Estados Unidos fueron estudiantes promedio o bajo promedio en la universidad. En varios momentos de sus vidas recibieron críticas negativas de sus profesores. Eso los capacitó emocionalmente para sobreponerse a las circunstancias adversas con las que nos enfrentamos a lo largo de nuestras vidas laborales. Los empresarios sabían que las grandes corporaciones para las que las universidades nos preparan para trabajar no los iban a contratar por su bajo rendimiento académico. Eso los motivo a convertirse en emprendedores. El único camino que les quedaba para subsistir.
El Dr. Robert J. Sternberg, una autoridad en el estudio de la inteligencia humana, ha encontrado que la inteligencia tiene tres componentes: inteligencia analítica, creativa y sentido común. La mayoría de los intelectuales que obtienen buenas notas en el sistema educativo poseen inteligencia analítica y carecen de los otros dos tipos de inteligencia. Son personas que tienen un mayor interés en realizar análisis profundos, que en ganar dinero. El dinero les parece secundario y está bien, porque son especialistas que también requiere la sociedad. Más allá del debate moral sobre la importancia del dinero, sus profesores y allegados les dijeron que iban a triunfar porque eran personas inteligentes, pero fracasan en el mundo real. Según los estudios de Thomas J. Stanley, los millonarios de primera generación logran el éxito económico porque son creativos y tienen sentido común. Encuentran nichos sin competidores y los explotan con éxito. Los millonarios saben relacionarse, evaluar y liderar a las personas. Las pruebas de conocimientos predicen pobremente las habilidades de liderazgo. Todo esto hace difícil determinar quiénes son los mejores candidatos para ingresar a la educación superior pública.
El 85 % de las empresas ecuatorianas son familiares, pero la universidad tampoco nos prepara para trabajar en ellas, sino para emplearnos en corporaciones abiertas, que realmente son la minoría. El Estado ha llegado al punto de despreciar a las empresas familiares. Como si fueran nocivas, lo cual nos indica desconocimiento de la realidad. Sería mejor que las universidades dirijan sus esfuerzos a enseñarnos a trabajar en empresas familiares y el Estado comprenda cuál es el ambiente en el que se realizan negocios en el Ecuador. La Ley de Educación Superior requiere varios títulos académicos a sus profesores. Por un lado es comprensible, pero por otro, hubiera preferido tener en la universidad más consejos de gente experimentada que me ayuden a desenvolverme en la vida práctica. Finalmente la teoría puede aprenderse leyendo un libro, en seminarios o contratando asesores especializados. El Ecuador requiere de millonarios que generen empleos para aquellas personas de inteligencia analítica.
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